Furia de Titanes
Nacido de un dios, pero criado entre los hombres, Perseo se verá arrastrado a una lucha contra Hades, el vengativo dios del inframundo. En consecuencia, se embarca en una peligrosa misión para derrotarlo antes de que tome el poder de Zeus y desate un infierno sobre la tierra. Con la ayuda de un grupo de valientes guerreros, Perseo se adentra en los mundos prohibidos, luchando contra todo tipo de bestias. Su única posibilidad de sobrevivir dependerá de que acepte su condición de dios, desafíe a la fatalidad y forje su propio destino. (Cineycine).
En 1981 llegaba a las pantallas ‘Furia de Titanes’, una película de aventuras basada en el mito de Perseo que contó con el inestimable trabajo de Ray Harryhausen, el mago del stop-motion. Era cuestión de tiempo que alguien decidiera hacer un remake aprovechando las nuevas tecnologías y aquí lo tenemos. Bienvenidos a la nueva… ‘Furia de Titanes’.
Crítica de Furia de Titanes
La mitología griega siempre ha sido fuente de inspiración para escritores y cineastas. Y lógicamente la posibilidad de llevar a la pantalla las colosales batallas entre dioses y humanos relatadas por los clásicos era un atractivo al que las productoras no podían resistirse. En realidad este tipo de películas van estrechamente unidas al peplum griego, una variante del conocido «cine de romanos» que tomaba como personajes a figuras históricas o legendarias de la mitología griega. Generalmente eran producciones que empezaron a hacerse un hueco en las década de los cincuenta y los sesenta, con títulos entrañables como ‘Ulises’ o ‘El monstruo de Creta’. Pero sin duda hay dos referentes obligados que de buen seguro la mayoría conoce: ‘Jason y los argonautas’, dirigida por Don Chaffey en 1963, y ‘Furia de Titanes’, dirigida en 1981 por Desmond Davis. Es precisamente el remake de esta última el que vamos a comentar. Un remake que despierta el recelo de cualquiera y hace que nos preguntemos si lo que nos van a contar guarda similitudes con la mitología o se trata de un simple divertimento visual.
Para responder a eso no estaría de más dedicar unas líneas a la figura de Perseo, el semidios protagonista de esta historia. Hijo de Zeus y Danae, la hija del rey de Argos, el destino le llevó a ser criado bajo el reinado del tirano Polidectes. El rey, enamorado de Danae, consideraba a Perseo un estorbo y para librarse de él ordenó que cada habitante le entregara un caballo. Perseo no tenía ninguno, así que a cambio le prometió la cabeza de Medusa, a lo que Polidectes accedió encantado pensando que no volvería con vida de la misión. Sin embargo, Perseo contó con la ayuda de los dioses y tras muchas peripecias consiguió la cabeza de Medusa, que tenía el poder de convertir en piedra a quien la mirara. Ya en el camino de regreso encontró a la princesa Andrómeda encadenada a una roca como sacrificio al monstruo marino Ceto. Perseo se enamoró de ella y con la ayuda de la cabeza de Medusa petrificó a Ceto. Finalmente, regresó a la corte de Polidectes, pero al verse burlado decidió utilizar la cabeza de Medusa para petrificarlos a todos. Esa fue su última parada antes de regresar a Argos para convertirse en rey. Es un resumen escueto pero que creo puede serviros a la hora de valorar esta película desde el punto de vista más histórico. Y sin más dilación vamos con ella.
Reconozco que cuando me enteré de que iba a hacerse este remake se me pusieron los pelos como escarpias. Versionar viejos éxitos es una muestra palpable de la falta de creatividad que afecta a los guionistas de Hollywood… y, salvo contadas excepciones, el resultado suele ser decepcionante. En esta ocasión el dudoso honor recae sobre la anteriormente citada ‘Furia de titanes’ (Desmond Davis, 1981), una película de aventuras recordada principalmente por su apartado visual, obra del gran Ray Harryhausen. La historia difiere un poco de la que ya conocíamos, adaptando el mito de Perseo a un público más joven, cortando por aquí y reinventando por allá. Vamos, lo que viene siendo habitual en todos los blockbuster que salen últimamente. Todo de la mano de unos desconocidos cuya máxima contribución hasta ese momento había sido el guión de ‘Aeon Flux’ y de Beverley Cross, el guionista de la película original.
El resultado del film no es para echar cohetes: el guión está mal trabajado y, por momentos, navega a la deriva entre una maraña de elementos que no acaban de cuajar. Da la sensación de que ciertos personajes y situaciones se han introducido para contentar a la audiencia o por razones de efectismo, no porque la historia lo requiriese. Un ejemplo es el caballo alado Pegaso, un ser indómito al que nadie ha montado jamás pero que, repentinamente, lleva a lomos a Perseo sin mediar explicación alguna. Tampoco dedican ni un par de minutos a explicar por qué Acrisio es un ser deforme que vive oculto en una mazmorra ni por qué Hades decide utilizarlo.
Para dirigir esta película se escogió a Louis Leterrier, amigo y colaborador de Luc Besson. Leterrier es un director con claras influencias videocliperas, algo que se nota sobre todo en lo atropelladas y confusas que son algunas de las escenas de lucha. Analizando el diseño de producción y el trabajo de Leterrier no pueden pasarnos por alto los claros referentes a películas como ‘Troya’, ‘300’ o ‘El Señor de los Anillos’. Incluso me atrevería decir que hay bastantes más si observamos con detenimiento. Esto nos deja con la extraña sensación de que estamos ante un refrito que aprovecha lo mejor de cada película, siempre al servicio del espectáculo y de la tecnología 3D… de la que luego diremos un par de verdades. No veo mal modernizar una película cuyos efectos visuales están algo ajados, pero creo que es importante imprimir un estilo propio y Leterrier no lo consigue. Además, el montaje es francamente mediocre, con un atropellamiento de las escenas que se ve acompañado por unos diálogos en ocasiones ridículos.
Hablemos de los actores. Primero de todo un Sam Worthington que aquí encarna a un pescador que, pese a no haber cogido una espada en su vida, tiene unas dotes para la esgrima apabullantes. El motivo que nos dan es que es hijo de Zeus, tomadlo o dejadlo. La estética de Perseo y sus hombres es bastante efectista, muy en la línea de esos referentes de los que hablaba antes y a la altura de lo que se espera de él, que tampoco es mucho. Como compañero de armas de Perseo destacamos, sobre todo, a Mads Mikkelsen dando vida a un Draco que nos recuerda bastante a su personaje en ‘El rey Arturo’ (Antoine Fuqua, 2004). Es evidente que no puede faltar la figura femenina, aunque sea con calzador. Para ello a los guionistas se les ocurrió sustituir a Bubo, el búho mecánico que Atenea regala a Perseo para que lo guíe, por una misteriosa mujer. Ahí es donde entra Gemma Arterton interpretando a Io, una joven condenada a ser inmortal por haber rechazado a un dios. El trabajo interpretativo de la actriz brilla por su ausencia. Es otra de las muchas licencias que nos encontraremos a lo largo del metraje y en este caso aporta más bien poco.
Cuando pienso en Zeus me cuesta imaginar a otro que no sea Sir Lawrence Olivier sentado en su trono del Olimpo. Pero alguien decidió que las togas no están de moda, así que tenemos a Liam Neeson calzándose una armadura centelleante que podría encajar bien en ‘Excalibur’ (John Boorman, 1981), pero que aquí chirría y bastante. El papel de rival recae sobre Ralph Fiennes interpretando a un encorvado y siniestro Hades que nos recuerda demasiado a un Lord Voldemort desaliñado con gripe y cuarenta de fiebre. En realidad es acorde con las falsas connotaciones que ha adquirido la figura de Hades desde hace bastantes años y que esta película se encarga de potenciar.
Neeson y Fiennes hacen lo que pueden pero están lastrados por unas caracterizaciones demasiado influenciadas por los videojuegos y dibujadas con un rotulador de los gordos. Y me explico, hay una diferencia esencial entre la película de 1981 y ésta que estamos comentando: asistimos a una lucha directa entre dioses y hombres, algo totalmente inaudito porque un hombre no es rival para un dios a no ser que estemos jugando al ‘God of War’. Ver a Hades apareciéndose entre los hombres, amenazándoles e incluso hiriéndoles, hace que nos planteemos si lo que vemos es coherente o un error conceptual de los gordos. Porque sí, un humano puede retar a un Dios en el que no cree… pero jamás retará a una divinidad cuyo poder se pone de manifiesto de forma inequívoca.
Hay ciertos personajes secundarios que añaden su granito de arena a la aventura, aunque podríamos decir que si se los hubieran ahorrado no lo habríamos notado. Hablamos por ejemplo de Ozal y Kucuk, dos cazadores extranjeros con acento de vendedor rumano que acompañan a Perseo en su misión. Su único cometido es aportar una nota cómica a la película, aunque si he de decir la verdad tampoco es que lo consigan demasiado. Otro personaje cuya presencia es prescindible es el de Sheikh Suleiman, un guerrero que gruñe y protege al pintoresco grupo. Supongo que alguien pensó en Chewbacca y decidió que Perseo también necesitaba a un fiel acompañante, de lo contrario no lo entiendo.
El apartado visual es el plato fuerte de la película y hay dos puntos álgidos que vale la pena citar. El primero es el enfrentamiento contra Medusa en el interior del templo. Esta es una secuencia un tanto repetitiva que, pese a contar con mayores recursos, no consigue la tensión que lograba Harryhausen con sus muñecos, algo que como mínimo es para reflexionar. Y el segundo es la aparición del Kraken ante la ciudad de Argos. Ahí asistimos a un despliegue visual que no aporta absolutamente nada a la película y hace que nos preguntemos si vale la pena gastar tanto presupuesto para conseguir tan escaso climax. Quizás habría una tercera escena en discordia: la lucha contra los escorpiones gigantes. Impresionante, sin lugar a dudas, y marcada por la aparición de unas criaturas que en una película que versa sobre la mitología griega no pintan nada: los guerreros Djinn. Y digo que no pintan nada porque los djinn o genios son seres mágicos sacados de la mitología árabe que quedarían bien en una película de Aladino, pero aquí…
Por otro lado, y en ciertos momentos hay un bajón notable en los efectos visuales, por ejemplo las arpías que sirven a Hades o incluso Medusa, en ambos casos es bastante evidente que se trata de figuras generadas digitalmente. El supervisor del apartado visual fue Nick Davis, un veterano que ha trabajado en películas como ‘El caballero oscuro’ (Christopher Nolan, 2008) o ‘Troya’ (Wolfgang Petersen, 2004) y que se decidió por una mezcla de efectos digitales, animatronics y sensores de movimiento para poder ofrecer un espectáculo lo más realista posible. Pero para sorpresa mía el resultado no pasa de correcto. Sobre el Kraken, y sólo a modo de curiosidad, hay que decir que es otra de las licencias gordas tanto de esta película como de su antecesora. El término ‘kraken’ proviene de la mitología escandinava y se refiere más a un calamar gigante que al monstruo marino Ceto que ordena liberar Zeus. Además el encargado de controlarlo era Poseidón, señor de los mares, y no Hades. Pero en fin, estamos ante otra licencia de bulto para poder otorgar al dios del inframundo un papel predominante que en la historia original no tenía.
Y dediquemos un momento a comentar en esta crítica de Furia de Titanes el tema del 3D. Cuando ‘Avatar’ (James Cameron, 2009) llegó a las pantallas pudimos comprobar cómo esta nueva tecnología podía enriquecer la experiencia de ver una película en el cine. Si algo hay que agradecerle a Cameron es haber conseguido que el público volviera a tener un motivo para pagar una entrada en vez de ver las películas en su casa con su televisión de alta definición. Pero hay otro aspecto negativo, y es ese fenómeno que popularmente solemos llamar «sacacuartos», esto es, películas como esta que son convertidas a 3D una vez ya han sido rodadas. Esto repercute en que las imágenes carezcan del realismo y la frescura que podemos observar en la obra de Cameron. Pero hay algo mucho más importante, no llegan al nivel deseado por cualquier cinéfilo que desee experimentar la sensación de ver una película en 3D. Personalmente considero una vergüenza este tipo de políticas. Si un director desea ofrecer una película empleando esta novedosa tecnología que lo haga, pero este tipo de refritos lo único que hacen es dar mala prensa a una tecnología que podría resucitar a un sector que está en crisis desde hace un buen tiempo.
Conclusión.
Es evidente que lo que se pretende con esta película no es sólo actualizar visualmente una cinta de aventuras de los ochenta, sino que también se ha readaptado la propia historia y los personajes para llegar a un público más adolescente, educado en los videojuegos y el espectáculo visual. Por supuesto eso implica pasarse por el forro toda la mitología griega original y por lo tanto tiene varias repercusiones que posiblemente no nos gusten: por ejemplo, que Perseo deje de ser un héroe griego en el sentido más estricto de la palabra para convertirse en un chulillo rebelde. O que los dioses del Olimpo adquieran superpoderes y luchen cara a cara con los hombres adquiriendo tintes de villano como si esto fuera una peli de la Marvel… por no olvidar el buen número de licencias que nos encontramos a lo largo de la trama, algunas aberrantes e innecesarias, que hay que tomarse con cierta filosofía si queremos intentar pasar un buen rato. En definitiva, estamos ante un producto que busca exclusivamente entretener a un público muy poco exigente, convirtiéndose en uno más de los representantes del llamado «cine palomitero».
Tráiler de Furia de Titanes
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