Morituri

📄 SINOPSIS:
1942. El SS INGO debe partir desde Tokio hasta Burdeos con un importante cargamento de caucho que podría cambiar el rumbo de la guerra. El buque va capitaneado por un hombre descreído con la causa de su país, al que le asignan como segundo a un fanático del partido Nazi. Al mismo tiempo, la inteligencia británica recluta a un fugado miembro del ejército alemán, que deberá sabotear las cargas explosivas colocadas en lugares claves del carguero. Las cargas deben ser detonadas en caso de ser interceptado por los aliados. (Cineycine).
“Personalmente, no creo que la guerra sea una solución a los conflictos políticos. ¿Qué se consigue con la guerra? La muerte de miles de hombres, mujeres y niños. Y que una generación más tarde los amigos sean enemigos y los enemigos amigos… hasta que vuelve a empezar un ciclo igual”. Marlon Brando se ve las caras con Yul Brynner en ‘Morituri’.
“Seré muchas cosas, pero no soy un traidor” (Capitán Mueller)
Crítica de Morituri
El actor y director Bernard Wicki, de origen austriaco, firmó en 1965 la cinta que hoy nos ocupa: ‘Morituri’. Con la referida procedencia podemos decir que se lanzó con una temática que, sin duda, le tocaba… La trama estaba basada en una novela del mismo título escrita por Werner Jorg Luddecke, y publicada por primera vez en 1958. El tono claramente antibelicista del relato fue lo que atrajo a Wicki. Lo mismo sucedió con la estrella de la función, el astro de la gran pantalla, Marlon Brando.
Brando no había tenido una experiencia muy estimulante, en términos de rodaje y taquilla, en su anterior incursión en alta mar con ‘Rebelión a bordo’ (1962). Además, se dio la curiosa circunstancia de que su rival en aquella, Trevor Howard, aquí tendría un papel de estrella invitada. Todas sus escenas serían precisamente junto a Brando. Esto alimentó rápidamente el morbo de la audiencia por ver repetido tal duelo de titanes. Aunque, en esta ocasión, el verdadero rival de Brando en pantalla seria Yul Brynner. Hablamos de un actor de esos que casi siempre permanecían inmutables y en el mismo registro interpretativo. Algo que, conviene apuntar, le había valido para ganarse una carrera. Eso unido a su impoluto cráneo rasurado.
‘Morituri’, título que en EEUU obtuvo el conveniente añadido de ‘The Saboteur’, es un film naval que juega muy bien sus cartas. Para ello, enrola en sus filas a diferentes tipos de personajes que, en muchas ocasiones, deben actuar en contra de lo que creen o lo que quieren. Además, en determinado momento, se puebla todo el ambiente de una niebla cegadora que encaja perfectamente con los dilemas de los protagonistas. Los tres personajes principales, y una cuarta que se les suma en el segundo y tercer tercio, están dibujados con alta precisión. Los implicados darán lugar a tensionadas secuencias, no solo en lo que tiene que ver con la desactivación de las citadas cargas, sino también con las cenas entre oficiales, los juegos mentales y, llegado el momento, la durísima hostilidad de la tripulación dando así al film un tono de olla a presión.
Bernard Wicki, apoya la historia con economía. Aunque no escatima en pirotecnia y lleva a cabo un trabajo excelente de ambientación. El realizador hace creer en todo momento al espectador que estamos en un barco de verdad en alta mar. Además, lo hace logrando sacar todo el partido al laberintico buque de carga. La excelsa fotografía, en blanco y negro, va a parar a manos de todo un maestro de dicho arte como era Conrad L. Hall. El recorrido por el barco bajo su óptica es preciso y hace que entremos de lleno en la trama. Por supuesto, la ambientación ayuda. Incluso cuando debe moverse rápidamente entre Tokio, la India y el mar abierto lo hace con una convicción absoluta. Y todo esto casi sin ningún abuso de escenas con retroproyecciones o que luzcan falsas estando ante un film de hace más de sesenta años.
La música la firma Jerry Goldsmith. Aunque es algo reconocible su mano, cuesta un poco conectar con su partitura… quizá porque necesitaba un tono más aventurero y menos apesadumbrado. A destacar la adaptación de una típica serenata alemana con un sentido más dramático. La misma suena en la radio que los oficiales escuchan en el desayuno para conocer las novedades de la guerra.
Entrando a valorar el casting destacar primero de todos a un soberbio Marlon Brando. Encarna a Crain/Kiel, quien creía vivir una acomodada viva en la India y ahora debe subir al INGO y hacerse pasar por un oficial superior de la SS. Se nota que a Brando le importaba el material con el que estaba trabajando. Y, sobre todo, enfrentarse a un actor en boga por aquellos años como Brynner hace que Brando destaque sobremanera. Esta es una de sus actuaciones menos citadas, pero puede que de las más completas. No se pierdan cómo cambia su acento viendo el film en versión original en un momento clave. Su interpretación está plena de detalles. Y notamos perfectamente como la furia interna se va apoderando de él… pero, al mismo tiempo, mantiene la compostura para con el resto.
Yul Brynner es un capitán caído en desgracia al que se le obliga a cargar con una misión suicida. Y con una tripulación llena de criminales y prisioneros de guerra… Brynner adopta su pose de hombre preocupado y casi no sale de ella durante todo el metraje. Su rectitud juega claramente en su contra en sus encuentros con Brando, el cual permanentemente cambia de tono y usa el cuerpo para ello, al contrario que Brynner. Cierto es, que en sus últimos minutos, mejora prestaciones.
El que brilla con una soterrada y maligna labor es un ejemplar Martin Benrath como Kruse, el segundo al mando y un convencido nazi y miembro del partido. Ojo a cuando Kiel acude a su camarote para sonsacarle y le pide su cartilla del partido, o a su despreciable actitud para con Esther. Y, precisamente, a Esther le da vida Janet Margolin. Claramente su personaje retrata prácticamente al resto. La actriz hace una desoladora recreación de una joven judía que es capturada junto a un grupo de americanos. Ella es la sufrida voz de la parte más atroz de la guerra con un monólogo demoledor sobre la Gestapo. Y atención también a cuando Kiel le pide ayuda para que los prisioneros americanos se pongan de su parte y lo Esther que llega hacer para conseguirlo.
Por último, es imposible no citar a Trevor Howard (General Statter). Si bien no aparece más de diez minutos, en lo que es un cameo expendable para dar más lustre al casting, sí que ejemplifica la postura británica en la carrera por hacerse con el valioso cargamento alemán.
“¿Valor? Valor el que tiene usted. Porque hay que tener un gran valor para ver a su propio hijo convertido en un fanático… y seguir teniendo esa fe ciega que tiene usted en la patria. Le envidio. Ojalá poder tener algo en lo que tener fe” (Kiel)
En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Morituri, un más que interesante film claramente tapado dentro de la filmografía de Brando. Además supuso un duelo actoral y de estilos del astro con uno de esos actores de la escuela de los estoicos como era Yul Brynner. Sin duda, uno de los más intrigantes e incluso apasionantes films de sabotajes que entretiene y plantea una buena serie de dilemas morales.
Tráiler de Morituri
Un Brando altamente motivado (imprescindible en VO). La intriga que se va desatando con los juegos de varios de los personajes. El estilo de olla a presión que va apoderándose del barco. El tremebundo trasfondo del personaje de Janet Margolin.
La falta de sangre en determinados momentos, que parece dejarse para dos muertes claves e impactantes del final. Cierto acartonamiento de Brynner, el cual pasa cerca de una hora y cuarenta minutos en la misma pose. Su título, que apenas te dice nada acerca del film que vas a ver.