Sospechosos habituales

📄 SINOPSIS:
Un golpe en el muelle acaba muy mal con numerosos muertos calcinados, entre ellos un antiguo policía corrupto llamado Dean Keaton, un criminal que en los últimos tiempos buscaba rehabilitarse. Un habitual delincuente, al que llaman Verbal, es el único superviviente con el que se puede hablar. Al parecer, un nombre está detrás de todo: la parca en persona, el mismísimo diablo, un mito, alguien al que nunca nadie ha visto… Keyser Söze. (Cineycine).
“Todo empezó en Queens (Nueva York), hace seis semanas. Alguien la jodió. Un camión de armas desapareció. El conductor no vio nada. Solo oyó una voz. A veces basta con eso. No tenía sentido que yo estuviera allí, aquellos tipos eran secuestradores muy duros. El asunto era una trampa. La culpa la tenían los policías. No se puede dejar a unos tipos así juntos en la misma habitación. ¿Quién sabe lo que puede suceder?” Llegó el momento de descubrir quién es Keyser Söze en ‘Sospechosos habituales’.
“27 muertos. 91 millones en drogas desaparecidos. Dos supervivientes: un húngaro en coma y un tullido de Nueva York” (Jack Baer)
Crítica de Sospechosos habituales
Antes del verano de 1995, los nombres de Bryan Singer y Christopher McQuarrie no decían nada a nadie. Tan sólo eran dos veinteañeros más en Hollywood intentando hacer carrera. Pero, al acabar la calurosa estación, tanto el director como el guionista eran los hombres del momento. Desde que ‘Sospechosos habituales’ comenzó su andadura por los cines, el 18 de agosto de 1995, todo fueron halagos y portadas de revistas para ellos. Aunque lo cierto es que solo uno ha sabido, o podido, resistir al paso del tiempo. Me refiero a McQuarrie, al que su unión con Tom Cruise, en diversos proyectos posteriores, llevó al más alto nivel, tras conocerse en 2008 mientras rodaban ‘Valkiria’ del propio Singer.
Pero antes de todo eso, Bryan Singer apareció de manera fulgurante entregando con la cinta que hoy nos ocupa un hipnótico ejercicio de equilibrista. Y es que ‘Sospechosos habituales’ es un acertijo visual repleto de pistas, de interpretaciones que van de un lado a otro, de juegos de identidades, de frases míticas entorno a una figura que representaba a la mismísima parca: el Keyser Söze de la sinopsis.
Todo arranca desde el mayor de los clichés de género. A saber: una escabechina tremebunda, una rueda de reconocimiento, criminales asiduos, polis en busca de un gran caso y un nombre que lo envuelve todo. Acción, suspense, misterio, ambientes sórdidos, golpes maestros que buscan retiros dorados. ‘Sospechosos habituales’ cuenta con un montaje y edición decididamente engañosos. Una trampa que avanza implacable jugando con la perspectiva, retorciendo la historia, llenando de easter-eggs y pistas ocultas la trama. Todo esto hace que el visionado del film una sola vez se antoje insuficiente. Ese juego ideado por McQuarrie, y excelentemente representado por los intérpretes y visualizado por Singer, hace que sentarse a ver la cinta, aun sabiendo su final, siempre sea una experiencia inmersiva de primer nivel.
El libreto por entero se sustenta sobre un castillo de naipes: ¿Qué pasó aquella noche en el muelle? ¿Y quién es Keyser Söze? Por el camino van entrando personajes, subtramas, posibles teorías, salidas hacia delante de algunos personajes y engaños. Todos o muchos de los protagonistas parecen tener intereses ocultos, o jugar con dos barajas. Y esto acaba por arrastrar al espectador. En ese sentido, el libreto de McQuarrie aguanta muy bien el interrogatorio. Al final logra volverse icónico por sí mismo… toda vez la taza de café cae al suelo y se descubre el asunto.
La música, que va mutando y adelantando lo negro que se vuelve el relato con la peligrosidad que rodea al ambiente, es obra de John Ottman. Recordemos que, a la postre, se convirtió en colaborador asiduo de Singer. En cuanto a la fotografía, que se descubre como un gran cuadro sobre el que la cámara se va acercando cada vez más hasta revelar todos sus secretos, fue obra de Newton Thomas Sigel. Hablamos de uno de los cinematógrafos más infravalorados de los últimos treinta años. En su carrera hay auténticas piezas de artesanía visual. Eso sí, a descubrir entre alguna que otra morralla. Basta con resaltar que ‘Sospechosos habituales’ solo contó con 6 miseros millones de dólares de presupuesto, aparentando ser una producción de 25/30 millones… como mínimo.
El elenco de la cinta juega al estilo de ‘Dispara a matar’ (Roger Spottiswoode, 1988). Esto es con los propios actores, y la opinión que el espectador tiene de ellos, para intentar subvertir sus personajes. El más conocido del casting, en aquellos años, era el hoy desparecido en combate Stephen Baldwin, el más pequeño de la saga. Aquí da vida al sumamente voluble McManus, un tipo que pierde los papeles con facilidad y un auténtico gallo de pelea. Baldwin realmente clava su papel. En palabras del propio Singer durante la producción del film: “Su personaje era tal cual su personalidad en aquellos años”.
El siempre elegante, y decididamente noir, Gabriel Byrne es Dean Keaton, el más experimentado y medido de los delincuentes. Su personaje es el mayor cliché de todos. Estamos ante un intento de criminal que busca reformarse, pero al que su pasado no le deja. También está Kevin Spacey dando vida al hombre del plan, Verbal. En este caso es un tullido al que todos ningunean y al que nadie toma en serio. La idea del golpe a la línea de taxis es suya, o eso afirma él orgulloso. Verbal es la voz del relato ya que todo nos es contado bajo su punto de vista. Sobre todo cuando queda para ser duramente acorralado por Chazz Palminteri como el encantado de conocerse Dave Kujan, un policía de aduanas que está deseando atrapar a Keaton por cuentas pendientes del pasado y que no tiene ningún respeto por Verbal.
Papeles con varios momentos de lucidez, pero claramente secundarios van a parar a Benicio Del Toro (Fenster) al que es imposible de entender en la versión original, Kevin Pollak (Hockney) y Suzy Amis. Esta última como Edie, la abogada criminalista y actual pareja de Keaton. También mención especial a Pete Postlethwaite y Giancarlo Esposito. Pete hace de Kobayashi, un abogado que dice representar al mismísimo Keyser Söze y que carga un maletín con información privilegiada. Y Esposito es Baer, un poli al estilo sabueso callejero con sombrero y palillo en la boca. Actúa en paralelo intentando que un húngaro moribundo le revele la identidad de Söze. Por último está Dan Hedaya como Rabin, el encargado del caso en NY que tiene pegados en la pared cientos de pistas con relación entre ellas aunque él no lo sabe.
“El mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existía. Para tener poder, no necesitas dinero, ni armas, ni mucha gente. Solo la voluntad de hacer lo que el otro no se atreve” (Verbal)
En resumidas cuentas.
Termino esta crítica de Sospechosos habituales, un thriller criminal clave de los años noventa. Uno de esos largometrajes que sustentan y posibilitan carreras. Un clásico que recupera la esencia del mejor cine negro y policíaco del viejo Hollywood. Un truco de magia sostenido durante más de hora y media. En definitiva, una película que hay que ver.
Tráiler de Sospechosos habituales
Lo perfectamente mimetizados que lucen todos los actores con sus personajes. La colección de dobles juegos y engaños del film. La ejemplar escena/dilema fuera de la comisaria en donde Keaton debe elegir el camino tras declararse a si mismo hundido. Sus reveladores últimos minutos.
En cierto momento hay demasiados datos encima de la mesa, a lo que no ayuda la enorme verborrea y constantes evasivas de Verbal. Algunos personajes salen y entran solo para surtir de información. El juego de que algunos personajes observen a otros en lugares donde deberían ser perfectamente visibles y aún con todo no les vean.