Nosferatu, vampiro de la noche
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“El viajero que entra en esta tierra de fantasmas está perdido y jamás regresará…”. Llegó el momento de viajar a la tenebrosa Transilvania para reencontrarnos con Drácula alias Orlok. El príncipe de las tinieblas vive atormentado por la falta de amor en una inmortal existencia de siglos porque él es ‘Nosferatu, vampiro de la noche’.

“Nosferatu, el que no muere. La maldición durará hasta el final de los tiempos. La maldición del vampiro” (Libro)

Crítica de Nosferatu, vampiro de la noche

Personalmente descubrí esta película en la segunda mitad de los años 80. Y la descubrí en uno de los habituales tráilers que tenían antes las películas que alquilabas en VHS. Yo era un jovencito y quedé fascinado por su estética. Luego descubrí que incluso había un juego para los ordenadores de la época: Commodore, Spectrum y Amstrad. Todo esto aumentó mis ganas de verla… pero no pude hacerlo hasta mis tiempos de Universidad. Ya entonces estaba curado de espanto y el film no me asombró tanto como hubiera deseado. Y así hemos llegado a la actualidad de nuestros días. Unos días en los que decidí recuperar su visionado para escribir su correspondiente reseña coincidiendo con su ¡45 aniversario!

Realizada esa breve introducción personal, toca ahora profundizar un poco en el origen de ‘Nosferatu, vampiro de la noche’. Para aquellas personas que no sepan nada de este film hay que comentar que estamos ante un remake de ‘Nosferatu’. Hablamos de una mítica cinta del cine mudo dirigida en 1922 por el director alemán F.W. Murnau. El caso es que Murnau quería adaptar la famosísima novela ‘Drácula’ de Bram Stoker. Pero su productora no había comprado los derechos y por eso cambió el título y el nombre de los protagonistas principales (entre otras cosas). Por ejemplo, el Conde Drácula pasó a ser el Conde Orlok y como título del film se utilizó “Nosferatu”, una palabra procedente de Europa del este que significa “No Muerto”. Y de ahí pasamos a 1979, que es cuando entra en acción Werner Herzog con la que película objeto de esta review.

Tal y como acabo de aclarar, estamos ante un remake. Y si, como es mi caso, han visto las dos versiones, la de Murnau y Herzog, notarán como este último homenajea al primero de manera casi constante. Con esto quiero decir que hay muchas escenas de ‘Nosferatu, vampiro de la noche’ que son idénticas a ‘Nosferatu’. Lógicamente se cambia el color por el blanco y negro… amén de la incorporación del sonido. Pero las referencias visuales son clarísimas y Herzog no se molesta en ocultarlas sino todo lo contrario. Está claro que en su triple labor de director, guionista y productor dejó muy claro lo que quería hacer. Al respecto de su filmación observamos un estilo claramente documental, retratista y contemplativo dejando hacer a la Naturaleza y al casting.

Ahondando en las características señaladas, resaltar que el estilo documental se nota especialmente en la primera hora de metraje. En esos minutos abunda la filmación de diferentes paisajes como si estuviéramos viendo, precisamente, un documental. El director mima los espacios naturales recreándose en la filmación de las montañas, los senderos, los ríos, la niebla, el navegar del Demeter, o el propio castillo de Drácula con su color blanco y paredes húmedas,… Y todo esto sin contar el inicio deteniéndose en varios cadáveres o momias. Herzog también retrata detalladamente los rostros de los personajes. No hay más que ver cómo se fija en los gitanos o los continuos primeros planos del pálido rostro de Nosferatu en contraste con la oscuridad que le rodea. Y, para acabar, los 30 o 40 últimos minutos termina cediendo todo el protagonismo de su cámara a Klaus Kinski e Isabelle Adjani.

Como bien se puede intuir por lo expuesto… no estamos ante una película recomendada para espectadores deseosos de emociones fuertes. Aquí no tienen cabida la acción tipo montaña rusa o el cine de género especializado en gore, sangre, jumpscares y demás elementos terroríficos. Así pues, no se acerquen a ella si esperan encontrar a un vampiro cachitas mordiendo a diestro y siniestro con la cámara volviéndose loca. Si estas son sus pretensiones al verla, ya les digo que no lo hagan porque la decepción será tremebunda.

Tal y como adelanté unas líneas más arriba, el guión también fue obra de Werner Herzog. En esta ocasión sí que pudo retomar los nombres originales de la novela de Bram Stoker porque los derechos de la misma habían expirado. Así pues, el Conde Orlok volvió a ser el Conde Drácula. Sin embargo, algunos detalles de la historia tradicional siguen cambiados. Un ejemplo es la localidad donde Drácula compra su nueva finca. En esta ocasión es la ciudad alemana de Wismar. Por lo demás, lo verdaderamente importante es la visión que Herzog nos entrega del señor de los vampiros. Y es una visión totalmente taciturna. La historia es la de un vampiro hastiado de la “vida”, de la inmortalidad y dolorido por la falta de amor. A diferencia de otras películas del mítico vampiro, esta personalidad de Drácula no cambia en todo el metraje.

Dejando al margen la acabada personalidad de Drácula, otras temáticas principales que Herzog trata son la creencia en las supersticiones y el sacrificio. La primera de ellas representada por los aldeanos, los gitanos y el libro que le es entregado a Jonathan Harker. Y la segunda queda plasmada en Lucy y hasta dónde está dispuesta a llegar parar acabar con el mal que asola a su marido y a su ciudad. Impresionante.

Ahora me gustaría comentar un poco la ambientación y la música. Si hay algo que siempre me ha llamado la atención de este film es ver cómo la depresión, las ratas y la peste se adueñan de Wismar. Todo ello provocado por Drácula como fin para conseguir su gran objetivo: el amor de Lucy. Atención a las calles de Wismar repletas de roedores, al confinamiento, a la gente ida que ya se ha abandonado a su suerte o la peregrinación de ataúdes. Todo esto no puede ser más fantasmagórico e incluso actual… ahí queda lo sucedido con la pandemia del Covid-19. Por último está la banda sonora compuesta por el grupo Popol Vuh que incluye composiciones escritas por Richard Wagner. Sin duda, esta BSO incide en ese aire fantasmagórico que acabo de comentar (ojo a esos coros masculinos con tintes sobrenaturales).

Y por último llegamos al reparto encabezado por Klaus Kinski como el Conde Drácula, un no-muerto que “vive” hastiado por su inmortal existencia. La performance de Kinski es deliberadamente patética, dolorosa, atormentada y enfermiza. Tan es así que su encorvada figura no causa temor alguno… sino más bien compasión, aún incluso cuando hace el mal. Completando y ayudando su interpretación tenemos su maquillaje con ese rostro casi blanco, las orejas puntiagudas y sus ojos ojerosos. Lo que más temor despierta son, sin duda, sus dos colmillos centrales y sus largas y afiladas uñas. Estamos ante una performance para el recuerdo de tan temperamental actor.

La segunda en importancia del elenco es Isabelle Adjani encarnando a Lucy Harker, la amante esposa de Jonathan Harker. Pese a lo que pudiera parecer, Lucy no cobra verdadera importancia y presencia hasta los últimos 30 o 40 minutos, la parte de la llegada de Drácula a Wismar. Será en esos momentos en los que Adjani le meta un carácter insospechado a un personaje que se antojaba frágil. Ella será la única de la ciudad que descubra lo que está ocurriendo y luche por su marido y por todos. Precisamente a su marido, Jonathan Harker, lo interpreta Bruno Ganz. La suya es una interpretación tan calmada que llega a exasperar. Sólo cambia de registro cuando intenta huir del castillo y cae enfermo. Ya para el final queda su amargo giro. Y pocos más intérpretes merecen destacarse ya que el resto cumple con breves apariciones.

“La ausencia de amor es el dolor más profundo” (Drácula)

En conclusión.
Acabo esta crítica de Nosferatu, vampiro de la noche. Independientemente del tipo de cine que te guste disfrutar, no es este un film fácil de ver por las características ya comentadas en la reseña. Estamos ante una película muy personal y de otro tiempo. Muchos quedarán fascinados por ella y otros tantos la consideraran un rollo insoportable. Yo me decanto más por la primera opción… aun reconociendo que no me atrapó nunca tanto cómo sí lo hizo su tráiler cuando lo vi siendo apenas un chiquillo.

Tráiler de Nosferatu, vampiro de la noche

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