37 horas desesperadas

📄 SINOPSIS:
Michael Bosworth es un criminal reincidente con un intelecto por encima de la media. Tras una fallida vista sobre su apelación consigue escapar de la justicia con la ayuda de su letrada y amante. En su huida elige como refugio una casa residencial donde espera esconderse durante algunas horas hasta que logre reunirse de nuevo con su abogada, ahora retenida por el FBI para ser interrogada. Bosworth quiere escapar con ella a México. (Cineycine).
“La mentira es el pecado que está destruyendo América. Yo resulto incómodo porque soy una persona honesta. Queréis destruirme, pero no estáis a mi altura ¿Quieres jugar a este juego? Tienes que llegar hasta el final. Me gusta mucho esta familia, pero estáis acabando con mi paciencia”. Michael Cimino presenta a Mickey Rourke en ‘37 horas desesperadas’.
“Hombre rico, hombre pobre, hombre libre” (Michael Bosworth)
Crítica de 37 horas desesperadas
Bajo el amparo de Dino De Laurentiis, Michael Cimino ansiaba regresar a dirigir un film en EEUU tras la contundente ‘Manhattan Sur’ (1985). Cimino esperaba que la nueva película le supusiera un cierto respaldo de taquilla para, nuevamente, afrontar empresas mayores y personales. Y así llegó ‘37 horas desesperadas’. Estamos ante una actualización de la conocida obra de Joseph Hayes. Una obra que ya fuera llevada por primera vez a la gran pantalla en 1955 con William Wyler en la dirección y con un ya ajado Humphrey Bogart como protagonista.
Cimino heredó el proyecto de hasta dos directores que se bajaron del mismo por diferentes motivos: Christopher Cain y William Friedkin. La cinta se rodó en localizaciones de Utah y alrededores más un plató interior que simulaba la casa asaltada. La filmación se prolongó durante los meses de octubre y diciembre de 1989 contando con un generoso presupuesto de 20 millones de dólares. El estreno de ‘37 horas desesperadas’ tuvo lugar un 5 de octubre de 1990 bajo el paraguas de la MGM. La recaudación fue desastrosa y marcó el fin de trayecto para Cimino en grandes salas. Esta producción quedó marcada como su sexta y penúltima película.
Cimino quería contar la historia adaptada al cambiante, pero reincidente, Estados Unidos que dejaba atrás los convulsos años ochenta con una perspectiva de poca mejora política y un incipiente estallido social. El propio cineasta, en declaraciones a la prensa de la época, lo sintetizaba así: “He hecho esta película porque hoy esta más de moda que cuando la rodó Wyler o antes aún en los años cuarenta que fue obra de teatro y luego novela. En los EEUU de hoy tomar rehenes se ha convertido en una situación cotidiana. Ocurre a todas horas y en todas partes del país. Además, debajo de la historia del gánster, está la de la familia secuestrada. Hemos pasado de la época post-Eisenhower, con la familia feliz prototipo americana… a una familia dividida, porque el índice de divorcios en EEUU es más alto que el de matrimonios”.
Lo cierto es que las palabras de Cimino reflejaban sus ambiciones. ‘37 horas desesperadas’ es un thriller de estilo asfixiante sobre la variante de asaltos domésticos. Vendría a ser el reverso tenebroso de ‘Solo en casa’ (Chris Columbus, 1990), el exitazo que lanzaría a Macaulay Culkin ese mismo año. En su propuesta, Cimino intenta revertir los puntos fuertes que hacían que la familia del original pudiera enfrentarse unida a los criminales que rompían la intimidad de su hogar. Ahora los mostraba como mucho más vulnerables a dicha invasión. La versión de Cimino se presentó con la clara vocación de querer ser un éxito. Y, justamente, ese es su mayor lastre. No obstante, se nota que en la dirección estaba un cineasta de marcada personalidad. Un realizador que, por muy en horas bajas que estuviera, todavía tenía algo qué decir.
El aspecto de la división familiar es donde el propio director y el guión, retocado desde el original por otros dos escribanos, querían hacerse fuertes en vano. Se huía así de la idílica familia en su ejemplar hogar del film de 1955. Pero, precisamente, son las grietas de un hogar roto las que quitan tiempo para que los asaltantes pasen de ser meros esbozos. Se deja así de lado a los criminales que suponían una amenaza, cada uno a su modo, en la obra de Wyler. Aquí el hostigamiento a la familia vendrá de menos a más… de las “palabras cordiales” se pasará a mayores. Y en todo será Bosworth el que lleve la batuta con sus esbirros como meros comparsas. Respecto a la acción: atención a determinadas confrontaciones físicas y a un par de tiroteos filmados en toda su crudeza.
La música, obra de David Mansfield, intenta que nos adentremos en la historia. Esta última debe volverse más y más asfixiante por momentos, algo que logra a medias. En cuanto a la fotografía viene firmada por el interesante Douglas Milsome. Destaca sobremanera las imponentes postales de Utah en su vertiente más naturista. Especial mención a la secuencia en donde Bosworth recoge el coche convenientemente bien aparcado por su abogada para proseguir la huida.
Mickey Rourke, tan o más en caída libre que el propio Cimino, es Michael Bosworth, un villano que viste de Armani. Supuestamente basó su actuación en un criminal real con el que se entrevistó varios días para preparar el papel. Al mismo tiempo que debe de parecer despreciable, Roruke es el mayor reclamo del film. Y eso, en ocasiones, no casa con el personaje ni con la trama. En cualquier caso, Rourke cumple. Intenta mantener una pose de tipo que lo tiene todo controlado, que lucha por ser un individualista en un mundo en donde todos deben de pasar por el aro… pero, al mismo tiempo, mantiene una posesiva relación de dependencia absoluta con su sensual abogada. Lo mejor de su actuación son sus careos estilo “sheriff” y “forajido” con Hopkins, al que menosprecia llamándole “Timy”… dejándole así bien claro que es él quien tiene todo que perder.
Por su parte, Anthony Hopkins llena de manierismos elegantes a un antiguo fiscal que se pasó a un bufete elegante. En el cambio, rápidamente su idílica familia se le quedó pequeña. Por ello, emprendió una aventura extramarital con una joven belleza. Hopkins combina momentos excelsos (la secuencia del banco, o el encuentro con la agente del FBI en el coche) con otros en los que exagera su pose de actor del método. Su personaje es alzado como una especie de paria dentro de su propia familia. Lógicamente señalado por la infidelidad que rompió su matrimonio. Un progenitor al que sus hijos, sobre todo la joven adolescente rebelde, han dado la espalda.
No ayuda a la labor de Hopkins, la poca química que exhibe con Mimi Rogers (Nora). La actriz que, si bien encaja dentro de lo distanciado del matrimonio, se rebela como un lastre a nivel emocional con el espectador. En el resto del merecidamente citable casting mencionar a dos tarugos encarnados por Elias Koteas y un bien elegido, por físico y pose, David Morse (Albert). El primero es el aflojado hermano de Michael, al que claramente idolatra ciegamente, y el segundo un gigante con el cerebro vacío y las manos muy largas. Acabando con el reparto encontramos a Lindsay Crouse (Chandler) en un rol de durísima agente del FBI con sentencias dignas de un tipo duro. Dean Norris es un pistolero que quiere acabar rápido con Bosworth y su fuga imposible. Y, finalmente, una intencionadamente sensual Kelly Lynch es la abogada de Bosworth.
“Si tienes que apuntar a alguien apúntame a mí. Y si tienes que amenazar que sea a mi” (Tim)
En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de 37 horas desesperadas, una rutinaria actualización de un pequeño clásico de culto del cine negro fundacional. Cimino intenta recuperar la fe en el cine, pero se queda a medias entre las pretensiones justas y la ambición directa del que solo trabaja por dinero y para mantenerse ocioso. Si bien contiene momentos de cierta tensión y marca un duelo actoral de estilos y formas entre Rourke y Hopkins, nunca logra salirse de un molde establecido de thriller del montón.
Tráiler de 37 horas desesperadas
La primera y tensionada cena de gala tras el asalto. La salida de Tim al banco. La intención onírica sobre la muerte de cierto personaje en la orilla de un río con un paisaje abrumador puramente natural.
Su intento por alejarse del film de Wyler, aunque sobre el papel luce interesante, no termina de resultar lo acertado que debiera. Ciertas decisiones de los personajes son de auténtica traca.