Yakuza

Harry Kilmer debe regresar, más de veinte años después, a Japón. Y debe regresar como favor a un amigo americano que tenía tratos con la mafia local y que ha visto como, tras un envío fallido de armas, han secuestrado a su hija en represalia. Allí, Harry deberá hacer frente a viejas heridas, a su amada Aiko y al hermano de esta, Ken, con el que tiene una deuda de honor que ahora acude a cobrar. (Cineycine).
“En japonés significa un número con mala suerte en el juego. Así es como un gánster japonés con perverso orgullo se ha llamado a sí mismo. Nacieron como jugadores, criminales y mercaderes en ferias ambulantes. Protegían a los nobles del campo y lo hacían con gran valor y habilidad. Hasta el día de hoy se dice que se rigen por un código de honor tan riguroso como el bushido de los samuráis…”. Sydney Pollack presenta a Robert Mitchum y Ken Takakura en ‘Yakuza’.
“Los campesinos ven la televisión arrodillados en sus tatamis y apenas se ve el Fujiyama por la polución. Sigue siendo Japón y la gente sigue siendo japonesa” (Oliver)
Crítica de Yakuza
En 1974, los astros se alinearon para que el guionista Paul Schrader lograra que sus dos primerizos guiones, escritos junto a su hermano (Leonard), vieran la luz. ‘Yakuza’ (Sydney Pollack, 1974) y ‘Taxi Driver’ (Martin Scorsese, 1976) fueron ¡nada más y nada menos! que su fulgurante, y casi podemos decir que insuperable, carta de presentación. Aunque el guión del film que hoy nos ocupa debió ser revisado y pulido por el script-doctor Robert Towne. La intención fue potenciar la parte humana del relato en relación con toda la historia sobre la mafia del título. Esto se hizo a petición expresa de Sydney Pollack.
La realización de ‘Yakuza’ fue de todo menos un camino de rosas. Pollack estuvo todo un año sumergido en sus labores producción y post-producción. Además de los 350.000 dólares que se le pagaron a Schrader hubo que sumar la tarifa de Towne. Estas cifras elevaron sobre los tres cuartos de millón de dólares solo en las labores de escritura. El total de la producción se fue hasta los cinco millones de dólares de inversión. Su rodaje estuvo fechado entre enero y marzo de 1974. El estreno en USA no fue hasta el 19 de marzo de 1975.
Si bien, la idea de Schrader era dar a luz a una epopeya que uniera “El padrino con samuráis”, lo que movía a Pollack era hilar una historia de honor, amor y lealtad de tres personas. Tres especies de antigüedades en un mundo de moralidad cambiante. Un americano que se había quedado tras la guerra a intentar comprender a su enemigo (Mitchum). Una joven que perdió a toda su familia, excepto a su hija enferma, y tuvo que rehacerse a toda costa (Kishi). Y un soldado que se encontró sin patria y deshonrado por su propia familia (Takakura). Todo esto es solo un esbozo de lo que nos narra ‘Yakuza’. Parte de su trama va desgranándose hasta mostrar una serie de revelaciones tremebundas e insuperables. Las mismas elevan mucho más el carácter y la honorabilidad de los personajes protagonistas en clara contraposición con el resto.
El peso de nuestras decisiones, el valor de la palabra dada, la promesa de sangre y la deuda de honor. Todo eso está en ‘Yakuza’ que resulta compleja y valiente… además de hipnótica y visceral. ‘Yakuza’ contiene todos los elementos que hacen de ella un clásico de oro. Pollack, indudable cineasta clave de los sesenta y setenta, honra con tremendo respeto, y una hipnótica belleza, a un país y una cultura inigualable y contradictoria como es la japonesa. Líderes en todos los ámbitos tecnológicos e industriales. Y a la vanguardia en cada aspecto de dichas ramas… pero, profundamente ancestrales en otros ámbitos de su propia cultura. Su visión del honor llevado a la amistad, familia y valores sustenta todo el film.
La fotografía fue obra de la maestra mano de Okazaki Oko. Su estilo, junto al de Pollack, fue clave para redefinir todas las películas posteriores que visualizarían Japón. Todas las postales que dibuja están para llenar el film. Para convertir el entorno urbano en un personaje más de la trama. Nada luce superficial, ni tampoco nos da la sensación de estar insertada a modo de foto-reportaje. No en vano, la influencia visual de esta obra llega hasta nuestros días. Todos los thrillers americanos que volcaron su mirada en las mafias asiáticas beben directamente de la fotografía de ‘Yakuza’. Algo especialmente evidente en dos obras claves de los ochenta firmadas por Ridley Scott: ‘Blade Runner’ (1982) y ‘Black Rain’ (1989).
Cuando uno visiona esta película siente la sensación de que todo es real en ella y termina sobrecogido. Los tatuajes y la forma en cómo se visualiza con aparente normalidad la vida de sus componentes. La acción explotando con fulgurante virulencia o el inenarrable roce del acero de las katanas. El film se eleva de forma hipnótica ante nosotros en todos y cada uno de sus aspectos atrapándonos de lleno.
Por otro lado, la música fue a parar a la batuta de Dave Gruisin. Especialmente evocadora, y reveladora, suena la canción original “Only the Wind” escrita por Gruisin e interpretada por Aku Yu. Y la inclusión en segundo plano de la pieza “My Darling Clementine” extraída del título original de ‘Pasión de los fuertes’ (John Ford, 1949). Esta última insertada por clara petición de Pollack para emparentar el nudo romántico de este film con el de aquella.
En el casting sobresalen, especialmente, dos interpretaciones totalmente sentidas y diferentes a cargo de dos gigantescos actores. Por un lado, el siempre magnífico Robert Mitchum con un rostro cincelado para films de cine negro o thriller. Aquí encarna a Harry Kilmer con la perfección del rol de hombre que carga con una losa del pasado que lo marca irremediablemente. Alguien que, indirectamente, ansiaba volver a Japón para cerrar su círculo. Ojo al respeto con el que encara todas y cada una de las escenas en conjunto con Ken Takakura y cómo logra crear un vínculo inmediato de profundo aprecio con Aiko. Pero no solo destaca en la parte romántica, ya que cuando debe cargar las armas lo hace como una apisonadora directo a su objetivo… en clara contraposición a la fría y calculada manera de atacar de los yakuza con sus katanas.
No menos excelso, y en clara posición creciente, se alza Ken Takakura. Impresionante aportación la suya en el tercer acto. Imperdibles son los momentos que comparte, ya en los minutos finales, con su hermano en la pantalla Goro (James Shigeta) y con el propio Kilmer. Entre medias de ambos hombres de honor hallaremos a Keiko Kishi (Aiko) logrando mostrar vulnerabilidad y belleza, pero también fortaleza y decisión para con ambos… A buen nivel rinde también Richard Jordan como Dusty, el joven guardaespaldas de Kilmer en Japón. Una especie de versión imberbe del mismo Kilmer y, por ende, del americano medio, que intenta entender la cultura japonesa y las tradiciones del yakuza y el término “Giri”.
Por último, casi por entero explicativa de la trama y, sobre todo, de enlace con el pasado de Kilmer, Tanaka y Aiko tenemos a Herb Edelman como Oliver, un tipo que colecciona armas nativas pero que muestra importantes remilgos con la violencia. Quedan para el final Brian Keith como el hombre de negocios que inicia la trama y Eiji Okada como Tono, el jefe local de la Yakuza. Dos especies de cara de la misma moneda con diferentes nacionalidades.
“Tanaka Ken. No podría tener un amigo mejor” (Harry Kilmer)
En resumidas cuentas.
Acabo esta crítica de Yakuza, un clásico atemporal y mayúsculo del cine americano. Enorme a la hora de mostrar los valores que ya en los años setenta iban camino a la extinción. Excelente en lo que es el thriller negro criminal, sobrecogedora cuando explota la acción, y soberbiamente valiente y bella en su pátina romántica.
Tráiler de Yakuza
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