Terminator 3: La rebelión de las máquinas
Ha pasado ya una década desde que John Connor (Nick Stahl) ayudara a prevenir el juicio final y salvar así a la humanidad de una destrucción masiva. Ahora, a sus 25 años, Connor vive “fuera de juego”: no tiene hogar, tarjetas de crédito, teléfono móvil ni trabajo. No existe ninguna prueba de su existencia. No hay manera de que le siga la pista Skynet, la sofisticada y desarrollada red de máquinas que una vez trataron de acabar con su vida y declarar la guerra al mundo. Hasta que, procedente de las sombras del futuro, aparece en escena el T-X (Kristanna Loken); una máquina de matar, el cyborg asesino más sofisticado de su tiempo. Enviada de regreso a través del tiempo por su predecesor para terminar un trabajo inacabado, esta máquina es tan implacable como bella. Ahora, la única esperanza de supervivencia para Connor es el T-800 (Arnold Schwarzenegger), que ha sido enviado por la resistencia para salvar a Jonh y a su futura esposa (Claire Danes). Juntos, deberán vencer a la tecnológicamente superior T-X y anticiparse a la amenaza del juicio final que se vislumbra... o afrontar el Apocalipsis y la caída de la civilización tal y como la conocemos.
Esta innecesaria tercera entrega de la franquicia iniciada por James Cameron fue rodada simple y llanamente con un único propósito: despedir por la puerta grande a Arnold Schwarzenegger tras anunciar su retirada del mundo del cine, aunque la verdadera intención de todos los implicados era obviamente amasar la mayor cantidad de dinero posible en taquilla, incluso renegando para dicho fin del verdadero espíritu de la saga. Por desgracia, el actor escogió el film equivocado para su despedida, ya que no sólo nos encontramos ante la peor película de la trilogía inicial, sino que además la propuesta de Jonathan Mostow supuso un cambio radical tanto en el planteamiento como en el concepto de toda la línea argumental, tirando por tierra y distorsionando sin contemplaciones la buena labor que se llevó a cabo anteriormente.
En definitiva: Terminator 3 es el ejemplo perfecto de cómo se puede destrozar una saga memorable, pese a que la película funcionó bien como un simple y descafeinado entretenimiento familiar.
Crítica de Terminator 3: La rebelión de las máquinas
Rizar el rizo es una expresión que se emplea cuando una idea que ya no da más de si o ha sido llevaba al límite se continúa explotando con la intención de seguir obteniendo beneficios, aunque sea desmoronando toda la base y credibilidad del concepto original. Pues bien, con Terminator 3. La Rebelión de las Máquinas eso mismo fue lo que los responsables del film hicieron: rizar el rizo o tensar la cuerda al máximo para seguir exprimiendo un producto que posiblemente estaba más que finiquitado. Y como suele ser habitual en todos los casos en los que esto sucede, esta nueva vuelta de tuerca resultó ser un fracaso total en muchos aspectos a pesar de que la película funcionó medianamente bien (que no extraordinariamente bien) en taquilla, aunque quizás más por el peso de la nostalgia y el buen recuerdo de las dos entregas precedentes, que por la propia calidad de la cinta en sí. Porque no nos engañemos, esta nueva secuela no le llegó ni a la altura del betún a los dos magistrales films de James Cameron, director que para desquicie de muchos y por motivos de diferente índole no pudo tomar las riendas ni involucrarse lo más mínimo en la producción de esta tercera entrega, cediendo el testigo a Jonathan Mostow, un artesano con oficio que demostró buen pulso en películas como U-571 o Breakdown, pero que a la hora de la verdad, no estuvo a la altura de las circunstancias. También es justo reconocer que el listón ya estaba demasiado alto, y que igualar (ya no hablemos de superar) The Terminator o Terminator 2 era poco menos que imposible… pero ese afán por prolongar la saga de un modo tremendamente forzado dándole al film un supuesto «toque distintivo» para que se descolgara considerablemente del resto de películas, fue posiblemente el mayor error que Mostow cometió.
No obstante, tampoco sería del todo justo cargar todas las culpas de este fiasco exclusivamente al director, ya que los guionistas fueron los verdaderos artífices de gran parte de la parafernalia resultante. De hecho, si existe algo que debemos de valorar en mayor o menor medida fue el frustrado intento del cineasta de encauzar la «historia» (entre comillas. Nótese mi ironía) desde una perspectiva bastante diferente con respecto a las dos primeras entregas, así como su valentía al orientar la cinta hacía el terreno del más puro y convencional «cine blockbuster palomitero»… cuando lo más idóneo hubiera sido continuar por la misma estela de los films de Cameron, tanto conceptual como visualmente. Pero siendo sensatos, y a pesar de que nos encontramos ante un producto que cumple como entretenimiento, se mire por donde se mire esta nueva Terminator sobra a todas luces, ya que realmente no aporta nada verdaderamente innovador a la saga (algo que a priori sí logrará McG con su Terminator Salvation), salvo un final bastante atrevido y una consecución de escenas de acción a cada cual más espectacular, siendo estas set-pieces el verdadero eje de la película y no el guión o la construcción de los personajes como venía siendo habitual hasta entonces.
Por otra parte es bien cierto que al nuevo realizador tampoco le fueron de gran ayuda un guión bastante irregular y unos actores que hacían aguas por todas partes, empezando por un Arnold Schwarzenegger que se tomó la película como si de un sketch de «Saturday Night Live» se tratase (véase la imagen de la esquina superior izquierda). Pero a pesar de todo, el film resulta sumamente espectacular a lo largo de muchas de sus secuencias, y como mero entretenimiento familiar funcionó perfectamente; pero no olvidemos que Terminator nunca fue un simple producto de acción descabellada sin fondo ni forma. Es mucho más que todo eso… lástima que ni Mostow ni los guionistas de semejante invento lograran entenderlo, o sencillamente no quisieron entenderlo. La prueba concluyente de la ineptitud de estos sujetos la encontraremos durante el transcurso del film, en cuya atmósfera planea la constante sensación de que nos encontramos ante una inconfesa parodia plagada de referencias supuestamente «cómicas» hacía las anteriores películas (¡¡¡…!!!).
Y es aquí donde nos topamos con el elemento más abrumador, absurdo, ridículo, sonrojante y descabellado de la cinta: sus no menos absurdas, ridículas, descabelladas y sonrojantes escenas de «humor» (por llamarlo de algún modo) y diálogos que rozan la hilaridad absoluta: si Terminator 2 fue capaz de originar multitud de expresiones y frases memorables para la historia, con Terminator 3 sucede algo parecido, sólo que en el extremo opuesto. Atención al plano donde un decepcionante Schwarzenegger luce unas excéntricas gafas con forma de «estrella» que son propiedad de un afeminado «stripper» de discoteca; o las inclasificables citas y gestos que nos regala el heroico T-800, aquella implacable máquina de destrucción que nos dejó boquiabiertos en los films precedentes, pero que en esta ocasión ejerce labores de «showman» con comentarios del tipo: «Pídeselo a la mano» (imitando un gesto del stripper anteriormente citado), o «No estoy programado para joderte»; por mencionar sólo algunas de las varias paridas que encontraremos a lo largo del metraje. Queda así patente que toda la esencia y seriedad de las películas de Cameron desaparece sin pudor en esta fallida y permítanme decirlo, a ratos, estúpida secuela.
Uno aún no sabe muy bien cuáles fueron las verdaderas intenciones que movieron a Arnold Schwarzenegger a involucrarse en la absurda tercera entrega de una saga que se debió de quedar en la magistral Terminator 2. Lo que es evidente es que el actor no puso impedimento alguno a la hora de cobrar un suculento cheque de… atención, 35 millones de dólares, lo que le convirtió en el actor mejor pagado del momento pese a que su carrera se encontraba en pleno declive gracias a fiascos como El Sexto Día o Daño Collateral. Sin embargo, algunos rumores afirmaron que Arnold fue reticente en un primer momento a repetir el papel del Cyborg T-800, y que los productores no tuvieron más remedio que convencerle a base de talonario. Mal empezábamos pues si todo giraba en torno al dinero y no al interés puramente artístico, siendo esto último lo que caracterizó precisamente a los dos primeros films.
Por otra parte, nos encontramos ante varias bajas sensibles en el reparto; ausencias que no pudieron solventarse adecuadamente y que terminaron por afectar a la calidad final del producto. Y es que a la triste ausencia de James Cameron debido a la pérdida del control absoluto sobre la franquicia, se sumaron poco después las bajas de Edward Furlong, que se negó a participar en la película porque consideraba que podía poner en peligro el proceso de desintoxicación que estaba cumpliendo a rajatabla en aquella época; y Linda Hamilton, que rechazó intervenir porque no le convencía el guión y porque estaba cansada del personaje de Sarah Connor. La solución a sendas calabazas fue la siguiente: el bobo de Nick Stahl en en papel de John, y una empalagosa Claire Danes (¡¡¡….!!!) como la protagonista femenina. No hace falta decir que fue peor el remedio que la enfermedad. Las interpretaciones de ambos actores fueron poco menos que espantosas, especialmente la de Stahl, que nos hizo recordar con ahínco a un añorado Furlong que tiró su carrera por la borda a causa de las drogas.
Como era de esperar, la alarmante falta de carisma, cualidades y determinación del actor trascendieron inevitablemente a su personaje, el cual iba dando bandazos de un lado para otro con cara de atolondrado y aportando poco menos que nada a la trama; por no hablar ya del carácter sumamente perdedor e inverosímil que adquiere un terrible John Connor en esta tercera entrega, por cortesía de los tres iluminados guionistas de la historia. Lejos quedaron los tiempos en los que los protagonistas de las antiguas películas eran los verdaderos artífices del éxito de las mismas, y ya no sólo por las estupendas actuaciones que nos ofrecieron en las dos primeras entregas, sino por el derroche de química y complicidad que impregnaba la pantalla continuamente, implicando incluso al espectador más rudo. Bien, pues todo esto se acabó en Terminator 3, cinta que relega descaradamente a un segundo plano el factor artístico para priorizar en un espectáculo puramente visual. Ni tan siquiera se salva de la quema un Schwarzenegger al que el personaje del Terminator ya le venía algo grande, aunque gracias a una estricta dieta y a un duro entrenamiento con pesas logró tener una imagen más que decente de cara a la pantalla.
Otro de los aspectos fundamentales de esta saga es el villano de la función. En esta ocasión nos encontramos ante un cyborg de apariencia femenina (cambio saludable), la Terminatrix interpretada por una Kristanna Loken que parece pasárselo bomba con su papel, aunque su actuación quedará a años luz del T-1000 al que dio vida el magistral Robert Patrick. De hecho, este nuevo cyborg femenino se antoja bastante implacable, pero resulta menos impactante, menos carismático e incluso más vulnerable que el antagonista de la segunda entrega.
Terminator 3 también tiene cosas buenas, y estas son indudablemente su altísimo nivel de entretenimiento y su espectacularidad. Y es que a pesar de que el film es bastante hueco y superficial, que no quepa la menor duda de que se trata de un producto totalmente disfrutable como mera película de acción desbocada. En este aspecto la cinta no se anda con rodeos, ya que desde el minuto uno de metraje se plasman en pantalla una sucesión de escenas a cada cual mas espectaculares, por lo que la película pasa volando y no aburre ni un ápice, aunque dicho empeño por meter acción sin concesiones terminará por relegar a un segundo plano el guión, los personajes y la historia. Eso si, el nivel de violencia explícita y agresividad de esta película es prácticamente nulo debido a la (dañina) clasificación PG-13, cuando resulta que los dos anteriores films no escatimaban en sangre y en escenas de verdadera brutalidad. Y tras este profundo repaso a la película, ahora sólo nos queda comentar su argumento.
La historia, desafortunadamente, apenas atesora verdaderos elementos que originen tensión o suspense, incluso nos encontramos por momentos con un argumento que está cogido con pinzas, no resultando del todo convincente y tomando un derrotero que afecta sin piedad a lo narrado anteriormente. El guión carece indudablemente de la fuerza y la narrativa de las otras películas, y la línea argumental desentona en exceso con el mensaje principal de la franquicia. En esta ocasión nos encontramos ante conceptos poco desarrollados, mal expuestos y no del todo congruentes que están sujetos a confusión y que no terminan de resultar creíbles. Y esto es debido quizás a una forzada nueva línea argumental originada por el empeño en alargar una saga que ya se encontraba correctamente concluida. Si profundizamos un poco, no resulta del todo lógico que nos intenten endosar un razonamiento que sostiene la teoría de que el futuro no se puede cambiar, cuando la mitología de la saga sostenía justo lo contrario.
En el film se nos reitera por activa y por pasiva que el Juicio Final por el que tanto lucharon nuestros protagonistas de la segunda entrega, es inevitable, por lo tanto sus esfuerzos para evitarlo fueron en vano, ya que sólo lograron retrasar acontecimientos y no detenerlos. Curiosa manera de tirar por tierra y desacreditar la magnífica labor de Cameron años atrás. Por otra parte, y esto es aún más desconcertante, es bien sabido que toda la historia giraba en torno a John Connor, futuro líder de la resistencia en la lucha contra Skynet. Pues bien, en esta ocasión la importancia de John decrece excesivamente en detrimento de Kate Brewster (Claire Danes), su futura esposa; por no hablar de la creación a manos del hombre de Skynet y de numerosas máquinas tremendamente avanzadas, cuando en la segunda entrega se destruyeron todos los archivos, pruebas, material… e incluso Cyberdine voló por los aires para eliminar cualquier resquicio que diera lugar a una nueva y mortal tecnología. También es cierto que el tiempo transcurre y que la tecnología avanza sin cesar, pero no deja de resultar un tanto extraño que en esta nueva entrega se haya pasado por alto todo lo sucedido en la secuela anterior.
Es obvio que Jonathan Mostow por tal de intentar ser original y ofrecer algo diferente a lo anteriormente narrado, termina destrozando sin contemplaciones toda la esencia y trama que convirtieron en obras maestras a sus dos predecesoras. Quizás no sea correcto calificar de «esperpento» esta película, pero desmerece pertenecer a la franquicia ya no sólo por su planteamiento, sino por su intolerable tono infantiloide, por su predisposición a mostrar escenas «light» por tal de acaparar espectadores menores de edad, y por su chusco y malogrado guión.
En resumidas cuentas
Finalizando con esta crítica de Terminator 3: La rebelión de las máquinas, el film se caracteriza principalmente por ofrecer al espectador un espectáculo irreprochable e intachable. Las escenas de acción y efectos especiales predominan en todo lo largo y ancho del metraje, y eso se agradece pues el film no aburre en un sólo instante. Pero como secuela de una de las sagas más míticas de todos los tiempos deja mucho que desear. Personajes y guión totalmente planos que son devorados casi literalmente por el exceso de parafernalia y las abundantes escenas de acción; por no hablar de la alarmante falta de química y carisma entre actores. Recursos actorales e interpretativos que brillan por su ausencia, líneas de diálogo a ratos vergonzosas y un historia forzada que no convence ni encaja en su totalidad en el conjunto global de la franquicia.
Quizás no resulte del todo justo calificar como «bodrio» a esta película, pero así es Terminator 3: o la amas por ceñirse a plasmar en pantalla un verdadero espectáculo palomitero que no defraudará a todo fan del género de acción, o la odias por distorsionar e incluso destrozar la esencia y mitología de la historia de James Cameron.
Curiosidades
* El único actor que ha aparecido en las tres películas a parte de Arnold Schwarzenegger, es Earl Boen (Dr. Peter Silberman), aunque en la tercera entrega su aparición se ciñe a un simple cameo.
* Kristanna Loken no fué la primera elección para interpretar a la villana de la película. Antes se barajaron los nombres de Famke Janssen, Carrie-Ann Moss, Joane Laurer, Peta Wilson y Natasha Henstridge.
* Arnold Schwarzenegger tuvo que adelgazar alrededor de 10 kilos para interpretar con credibilidad al T-800, mientras que Kristanna Loken debió de aumentar 6 kilos de masa muscular.
* Entre los candidatos para meterse en la piel de John Connor, se encontraban Edward Furlong, Shane West y Chris Klein.
* Varios directores sonaron para hacerse cargo del proyecto: John McTieran, Ridley Scott, Roland Emmerich o David Fincher.
* Para interpretar al nuevo Terminator, los rumores señalaban a un actor capaz de aventajar a Schwarzenegger en envergadura física. En esa clave se pensó en el jugador de baloncesto Shaquille O’Neall. Rechazada esa línea de trabajo, se pasó a pensar en un actor de moda, Vin Diesel. El muy ocupado y económicamente muy exigente Diesel se dejó querer un tiempo, pero tras un periodo en el que se afirmó que el villano iba a ser interpretado por Steve Buscemi, al final se pensó en una mujer para el papel.
* James Cameron no se hizo cargo de la película porque perdió los derechos de la franquicia, y por lo tanto no podía ejercer el control absoluto sobre el proyecto que el realizador suele exigir en sus trabajos.
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