RoboCop
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Esta jornada toca hablar de una pieza esencial del cine de ciencia ficción y de una de las películas más influyentes de la historia del fantástico. En esta ocasión fue el holandés Paul Verhoeven el que deslumbró a la industria de Hollywood. Y lo hizo con un film que, bajo su apariencia de producto convencional, ocultaba toda una obra de culto. Un film que abordaba temas tan intensos como la pérdida de la identidad humana o la corrupción del poder. Con el paso del tiempo, la película se convirtió en auténtica cultura popular. Además dio lugar a uno de los iconos más influyentes de los ochenta: ‘RoboCop’.

“Vivo o muerto usted vendrá conmigo” (Alex Murphy)

Crítica de RoboCop

Varias lecturas podemos sacar de un film de la importancia de ‘RoboCop’. Hablamos de un personaje que nació en el ya lejano 1986 de la mano de los guionistas Edward Neumeier y Michael Miner. El proyecto fue financiado por la extinta productora Orion Pictures, una compañía que quedaría para siempre asociada con esta franquicia. En un principio, la dirección fue rechazada por multitud de cineastas. Entre ellos estaban David Cronenberg y Alex Cox, que renegaron del guión por su presunto exceso de banalidad. Motivo este último por el cual el propio Paul Verhoeven también se negó en un principio a hacerse cargo del film. Aunque luego acabaría sentado en la silla de mando.

Levemente inspirado en ‘Juez Dredd’, y en el superhéroe ‘Rom’, ‘RoboCop’ supuso el primer gran triunfo en Hollywood de un joven cineasta llamado Paul Verhoeven. El realizador holandés retrató en la película interesantes dilemas. Dilemas morales que abarcaban desde el ámbito social y político hasta el de la compleja psique humana. Por si fuera poco, logró revertir una situación que, ya desde finales de los años 20, dominaba en el género de la ciencia ficción: la figura de la máquina hostil que adoptaba conciencia de sí misma con fines poco esperanzadores, o que era programada con el fin de cumplir un objetivo que atentaba contra los intereses y existencia del ser humano.

Desde el comienzo de los tiempos modernos siempre se ha mostrado especial interés por las consecuencias de la evolución tecnológica y la robótica. La ciencia por dotar a las máquinas de una inteligencia artificial óptima como para ser lo suficientemente autónomas. Y la sociedad por un mundo en el que coexistan humanos y máquinas con éstas últimas tomando el control. Estas temáticas, por lo pronto, siguen siendo pura quimera. De este modo, el cine siempre se ha considerado el principal reflejo de este tipo de inquietudes.

Ejemplos evidentes de lo anterior los tenemos en el robot pacificador María de ‘Metrópolis’ (Fritz Lang, 1927). También está el defectuoso pistolero del parque temático de la película ‘Almas de metal’ (Michael Crichton, 1973). Incluso el más reciente y futurista T800 que viajaba en el tiempo hasta nuestros días con el fin de asegurar la destrucción de la raza humana en Terminator (James Cameron, 1984). Estos son sólo algunos ejemplos en los que el cine tendía a mostrar la peor cara de la inteligencia artificial. Y esta situación fue la que Verhoeven logró revertir gracias a las siempre presentes cualidades humanas de RoboCop.

Porque Robocop, magistralmente interpretado por Peter Weller en el papel de su vida, no es sólo un justiciero programado para servir al público, proteger a los inocentes y defender la ley en una Detroit cada vez más podrida y corrupta. RoboCop es mucho más que un policía mitad hombre y mitad máquina. Es un personaje que no cesa por encontrar esa humanidad que le arrebataron cuando le transformaron en máquina. Porque, aunque su memoria haya sido borrada y esté siendo utilizado por los representantes de la OCP como un objeto de su propiedad, los recuerdos de una vida anterior comienzan a aflorar. En consecuencia, los problemas de identidad de RoboCop son una constante durante toda la película. Afortunadamente, la oficial de policía Anne Lewis (Nancy Allen), su excompañera, le ayudará a encontrarse a sí mismo.

Teniendo en cuenta lo anterior, Verhoeven va encauzando la trama de la película por el sendero que emprende nuestro protagonista hacia la recuperación de su parte humana. Para ello, investigará sobre su pasado, buscará a su familia e intentará localizar a la banda de asesinos que le quitaron la vida para hacer justicia. Una banda criminal liderada por su sanguinario líder, Clarence Boddicker (un sádico Kurtwood Smith). Clarence representa la decadencia y la crueldad de la sociedad futura. Por supuesto, RoboCop también deberá solventar las trabas y obstáculos que sus creadores de la OCP le irán colocando en el camino. En la corporación insisten en que sólo es una máquina sin sentimientos ni emociones.

Así pues, nos encontramos ante una película que significa mucho más que un perfecto producto de género. ‘RoboCop’ alcanza cotas de complejidad impropias del cine de los 80. Aquí tenemos los problemas entre el creador y la criatura… y la interesante dupla hombre-máquina. Esta última representada a través de la lucha que mantiene la parte mecanizada de Alex Murphy contra su mitad humana para acabar aceptándose mutuamente. Estos son sólo algunos de los puntos fuertes de este clásico. Como vemos, y contra todo pronóstico, lo alejan de la superficialidad que se le acachó en un principio. ‘RoboCop’ es una historia que, más allá de lo que ofrece como producto de acción, se trata de una inteligente metáfora sobre la muerte y la resurrección.

Si analizamos el verdadero contexto del film, no es de extrañar que el propio Paul Verhoeven definiera su obra como una metáfora sobre la historia de Jesucristo. Veamos: la tortura a la que sometieron a Murphy antes de morir, su muerte-resurrección o el instante en el que Robocop camina sobre un gran charco en su enfrentamiento contra Clarence (representando, en cierto modo, el «caminar de Jesús sobre las aguas»). Estos son algunos paralelismos evidentes con lo acontecido en la Biblia. Y esto es algo que llegó a chocar con los que afirmaban que ‘Robocop’ era un film de tendencia fascista.

Y hablando de fascismo… si hay algo que Verhoeven quiso retratar de un modo aún más intenso si cabe que la pérdida de la condición humana fue, precisamente, la tiranía. En la propuesta quedan perfectamente reflejados el dominio, la corrupción, el capitalismo y la manipulación mediática de las grandes corporaciones ante una sociedad cada vez más desolada y desesperanzada. Y es aquí es cuando entra en escena la OCP (Omni Consumer Products). Esta corrupta corporación rige en una Detroit al borde de la quiebra. Ni siquiera sistema policial es capaz de neutralizar el crimen de la ciudad. Y, por este hecho, la compañía aprueba un proyecto que pone en marcha una serie de robots policías. Nace de este modo el robot ED-209, un descontrolado y peligroso droide. El ED-209 escenifica el poder, la tiranía y las injusticias propias de la OCP y sus altos ejecutivos.

Queda patente que los métodos empleados por «el viejo» (Dan O’Herlihy), el máximo dirigente de la OCP, para solucionar los problemas de Detroit no son precisamente alentadores. Vemos como implanta sus propias leyes sin que el sistema pueda evitarlo. Además pretende derribar la vieja ciudad y sus barriadas en detrimento de una moderna Ciudad Delta. Y todo esto siempre con fines exclusivamente lucrativos y haciendo oídos sordos a las peticiones y súplicas del pueblo.

Esta comentada subtrama argumental le sirve a Verhoeven para hacer especial hincapié en las luchas internas que mantienen los ejecutivos de las grandes empresas por hacerse con el poder absoluto. Algo que se retrata en el film de manera especialmente cruda y realista. Sobre todo a tenor de los enfrentamientos, a veces hasta la muerte, que mantienen los dos ejecutivos de mayor status. Por un lado, Dick Jones (interpretado por Ronny Cox) como precursor del proyecto ED-209. Y por la otra banda, Bob Morton (Miguel Ferrer), un joven y brillante ejecutivo que aprovecha el error de su compañero para pasar por encima con un nuevo y prometedor proyecto: RoboCop. Siempre con las oscuras intenciones de hacerse con la jerarquía total de la corporación.

Por supuesto, todas las tramas argumentales, así como las contundentes intervenciones de nuestro héroe en su misión de erradicar el crimen, se encuentran arropadas por una ambientación realmente soberbia. Este apartado imprime un increíble realismo a la película de principio a fin. Y eso pese a situarse en el claro contexto de la ciencia ficción y la quimera. Un realismo que queda enormemente fortalecido gracias al constante uso de boletines informativos y spots publicitarios. Los mismos se muestran durante casi todo el metraje, consolidando esa gran ambientación y dando una verosimilitud pasmosa al film. Y siempre haciendo uso de la acción más sucia, de los increíbles efectos especiales (con unos excelentes maquillajes y un inteligente uso del stop-motion) y de la violencia como vehículo principal para hacer llegar al espectador este duro y satírico relato.

Resaltar que nos encontramos ante una de las cintas más violentas de mediados de los años 80. Su imponente, futurista y, al mismo tiempo, elegante RoboCop (fruto de la imaginación de Rob Bottin), demostrará con sus métodos expeditivos y contundentes que es una de las pocas esperanzas de una sociedad desprotegida. Pero, ante todo, demostrará que bajo todo ese armazón de metal y cables sigue siendo el ser humano que un día fue a tenor de un final tan perfecto como conmovedor. Un cierre donde la máquina concluirá su primera odisea contra el crimen con un emotivo “Me llamo Murphy”. Magistral.

En resumidas cuentas.
Concluyo esta crítica de RoboCop, una de las obras cumbres del género de ciencia ficción y, posiblemente, una de las películas más redondas y complejas de su realizador, el siempre polémico pero excelente Paul Verhoeven. Un cineasta que, en su primer gran proyecto para Hollywood, nos sumió de lleno en un universo Cyberpunk. Verhoeven nos entrega una historia llena de violencia y acción que, al mismo tiempo, satirizaba temas candentes como la corrupción, el capitalismo, el consumismo, el poder o la manipulación. También es un film que retrata perfectamente la pérdida y recuperación de la identidad humana. En definitiva, una película que marcó una época y que se convirtió, por derecho propio, en toda una obra maestra. Una joya imprescindible, inigualable y esencial.

Tráiler de RoboCop

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