E.T. El extraterrestre
Durante una expedición de extraterrestres botánicos a la Tierra, para recolectar muestras, uno de los pequeños seres se despista y es abandonado por los suyos al despegar repentinamente la nave nodriza. Ahora, la pequeña criatura se ve solo y asustado en nuestro planeta. Pronto se encuentra con un jovencito llamado Elliott con el que trabará amistad y que le ayudará a intentar contactar con los suyos. (Cineycine).
Han pasado ya más de cuatro décadas desde que Steven Spielberg nos legó una de sus más grandes obras. Hoy hablamos de una película que trascendió al celuloide para convertirse en patrimonio de la humanidad. Ha llegado el momento de abrirle la puerta de Cineycine a ‘E.T. El extraterrestre’.
“ET, mi casa, teléfono” (ET)
Crítica de E.T. El extraterrestre
En 1982, hace 42 años, Steven Spielberg nos regaló una de las películas más entrañables y emotivas de la historia. Me refiero a ‘E.T. El extraterrestre’, un film que entró por derecho propio en el olimpo del cine. La película se convirtió en un título inmortal y logró trascender más allá del ámbito geográfico y cinematográfico. ¡Y mucho ojo! porque Spielberg ya había avisado antes de lo que era capaz con otros títulos igual de imprescindibles que este, pero de géneros bien diferentes. Así pues, y hace ya más de cuatro décadas, el director nacido en Cincinnati ya estaba subido en la cresta de la ola de la que nunca se ha terminado de bajar.
El marco de fondo de la historia es el contacto con extraterrestres. Esta temática había sido tocada anteriormente por Spielberg en la imprescindible ‘Encuentros en la tercera fase’ (1977). Pero si allí apelaba a la ciencia ficción y al contactismo, en esta nueva oportunidad apelaba al niño interior y al corazón del público. De hecho, ‘E.T.’ no deja de ser una vieja fantasía de la niñez de Spielberg. Tan es así que todos y cada uno de los personajes infantiles del film recogen algún rasgo del niño que, en su día, fue el famoso realizador. Esta fantasía infantil fue transmitida por Spielberg a la guionista, Melissa Mathison. Entre los dos fueron puliendo, dando forma y reescribiendo el guión. Un libreto que terminó siendo firmado en solitario por Mathison, pero con Spielberg claramente en el trazo de cada letra.
El principal motivo del éxito de esta película es su personaje principal: E.T. Hablamos de un “niño” extraterrestre que llega a nuestro planeta en compañía de su raza de botánicos y es abandonado al despistarse justo en el momento de la huida. A partir de ahí se las tendrá que apañar con la sola ayuda de un niño terrestre, Elliott. Lo más preciado de E.T., y por lo que el pequeño ser te conquista totalmente, es su ingenuidad y bondad. Hablamos de un extraterrestre que no tiene ni un ápice de maldad y que encima está totalmente indefenso en un mundo extraño. Muchos espectadores nos hemos sentido así en alguna una ocasión. En este aspecto, la complicidad con E.T. es total. Ligado a E.T. y Elliott tenemos la exaltación de la amistad sin fronteras y la comunicación entre especies. Ambas se pueden llegar a consumar si son puras.
Pero todo lo anterior no sería nada si no se hubiera conseguido un buen diseño de E.T. De esta labor se ocupó Carlo Rambaldi. El artista italiano se inspiró en una pequeña y cabezona figura del cuadro ‘Women of Delta’ que había sido pintado por él mismo. Así fue como recreó el diseño final en una figura de arcilla. Posteriormente los técnicos lo convirtieron en un muñeco-títere. Y esto también es parte del éxito del film… porque al existir E.T. físicamente, y no ser una recreación por ordenador, el público y los actores conectan mucho más con él. Las expresiones y algunos movimientos del personaje eran ejecutados por un equipo de 12 marionetistas. Por su parte, y bajo el disfraz del extraterrestre, se turnaban tres actores de reducido tamaño: Matthew DeMeritt, Pat y Tamy Bilon.
Al igual que en el guión, en la dirección Spielberg también lo apuesta todo por el sentimiento y visualiza la historia desde la perspectiva de los niños. No hay más que ver como ignora intencionadamente a todos los adultos de los que nunca nos muestra la cara. Tan sólo cuando E.T. cae enfermo rompe con esta “norma”. Anteriormente tan sólo los vemos filmados de cintura para abajo o con planos en los que sus rostros quedan ocultos. La única que escapa a esta intencionada filmación es Dee Wallace. Y escapa por ser parte del mundo infantil al ser la madre de Elliott y sus hermanos. En más de una ocasión, Spielberg también ha reconocido en este estilo visual la influencia de los dibujos animados de Tex Avery.
Por supuesto, Spielberg también nos deja varias escenas icónicas que se han convertido en parte de nuestra cultura popular. El ejemplo más claro es la secuencia en la que E.T. hace volar la bicicleta de Elliott y ambos pedalean por el bosque con la luna como incomparable fondo. Esta imagen resultó tan fascinante que se terminaría convirtiendo en el logo de Amblin, la productora del director.
De la banda sonora se volvió a ocupar el maestro John Williams en una nueva colaboración con Steven Spielberg. El mítico e inolvidable tema central fue compuesto por Williams al piano y tocado ante Spielberg que quedó encantado. La música del compositor es tan fabulosa que el propio realizador adaptó en la sala de montaje varias escenas para dar prioridad a las notas musicales. En consecuencia, la sincronización entre imágenes y música es total llegando a alcanzar tonos operísticos en el final. Ni que decir tiene que John Williams se llevó su cuarto Oscar por esta banda sonora en la gala de 1983.
Dentro del reparto la tónica también es plenamente infantil. El trío protagonista lo formaron Henry Thomas, Robert MacNaughton y Drew Barrymore. Salvo esta última, las carreras de los dos primeros nunca más tuvieron la repercusión que alcanzaron aquí. Henry encarna a Elliott, el hermano mediano y el más inteligente de los tres. Su interpretación destaca por la gran veracidad que es capaz de transmitirnos y por la forma tan increíble de conseguir plena química con un muñeco carente de vida. Por parte de Robert decir que da vida a Michael, el hermano mayor que suele imponerse sobre Elliott, pero que no duda en apoyarlo cuando le presenta a ET. Por último tenemos a Drew Barrymore como Gertie, la hermanita pequeña. Barrymore está sensacional entregando a una auténtica ricura de pequeñina. Ojo a su chillona reacción al ver por vez primera al extraterrestre.
Entre los adultos el papel más destacado se lo llevó una gran dama del cine de género: Dee Wallace. La actriz interpreta de manera totalmente comprometida a la mamá de Elliott, Michael y Gertie. Como ya anticipé antes, es la única adulta a la que siempre vemos el rostro. Su rol es el de Mary, una madre trabajadora que hace todo lo que puede por sacar adelante a sus hijos después de que el padre se fugará con una querida a México.
Por último, y entre los secundarios, tan sólo cabe citar a Peter Coyote y Erika Eleniak. El actor da vida a un hombre del gobierno (MIB) que lleva un llavero colgando y que siempre ha deseado entrar en contacto. De alguna manera, y tal y como él mismo deja caer, sería la versión adulta de Elliott. Por su parte, la futura conejita de Playboy encaró aquí su debut cinematográfico con un breve rol. Erika hace de la niña guapa a la que un Elliott fuera de sí besa al estilo de ‘El hombre tranquilo’ (John Ford, 1952).
“ET, quédate conmigo” (Elliott)
En conclusión.
Termino esta crítica de E.T. El extraterrestre, un clásico irrepetible que es mejor dejarlo como está y no intentar traerlo de vuelta con remakes, precuelas, secuelas y similares. ‘E.T.’ es pura historia del cine y en palabras del propio Steven Spielberg: “Es como una buena botella de Burdeos. Mejora con los años”. No creo que haga falta decir nada más…
Tráiler de E.T. El extraterrestre
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