2012
Como el calendario maya predice, el mundo se acabará en el año 2012 con desastres naturales como erupciones volcánicas, terremotos, tifones y glaciares inundando el planeta. Nunca antes una fecha en la historia había sido tan importante para tantas culturas, religiones, científicos y gobiernos. 2012 es una aventura épica sobre un cataclismo global que provoca el fin del mundo y cuenta la heroica lucha de los supervivientes.
Primero lo hizo con la descarada ‘Independence Day’. Más tarde volvió a repetir con ‘El día de mañana’. Y ahora el siempre espectacular Roland Emmerich hace añicos el planeta basándose en una «profecía maya». Sin lugar a dudas, este es su film más espectacular, asombroso y delirante. Una experiencia digna de saborear a lo grande. Esto es, disfrutando sin mayores exigencias de las inmejorables escenas de destrucción y de los imponentes efectos especiales. Mejor no pensar demasiado en el inexistente guión de la cinta o en sus descabelladas teorías. Sean bienvenidos al fin del mundo. Sean bienvenidos a ‘2012’.
Crítica de 2012
A estas alturas de la historia no voy a descubrir a Roland Emmerich. Tampoco voy a echarme las manos a la cabeza por su forma de concebir esto que llaman séptimo arte. Tampoco pretendo exponer una interminable tesis del por qué debemos de valorar su «cine» (entre comillas, nótese mi sarcasmo) como es debido y sin recurrir al desprestigio desorbitado ni al más radical de los desprecios. Y ni tan siquiera voy a afirmar que este director, de origen alemán, es un buen guionista y cineasta…
El talento de Roland Emmerich es bastante limitado, incluso brilla por su ausencia en determinados momentos. Pero, por otra parte, sí es justo reconocer que no engaña absolutamente a nadie. Sus creaciones son altamente espectaculares y sus productos irradian honestidad y sinceridad como pocos. Y es precisamente de esto último de lo que pueden alardear muy pocas películas. Precisamente, muchos de los productos que llegan a nuestras pantallas pecan excesivamente de prepotencia. Muchas cintas generan falsas expectativas y pecan de sus altas pretensiones. Esto no ocurre en la obra de Roland Emmerich. Y esto ya es digno de, como mínimo, valorar positivamente.
Rompo una lanza a favor de este tipo de directores que sólo viven por y para el espectáculo visual. Además, celebro su predisposición por mostrar al mundo inocentes productos palomiteros cuyo objetivo primordial es simplemente entretener. No olvidemos que el cine se creó principalmente para satisfacer la necesidad de diversión y evasión de las distintas masas sociales. Directores como Emmerich o Michael Bay reflejan esto sin tapujos. Ambos ofrecen lo que realmente busca la gran mayoría del público en una sala de cine: pasarlo bien, ni más ni menos.
Por otro lado, no estamos hablando de buenas películas en su sentido más estricto. Estos «juguetes pirotécnicos» carecen de profundidad argumental, guiones mínimamente trabajados o personajes desarrollados. De hecho, sólo debemos echar un vistazo a cintas como ‘Independence Day’, ‘Transformers’ o ‘Armageddon’. Todas ellas se ciñen a mostrar, sin ningún tipo de vergüenza, espectáculo a raudales, efectos especiales por doquier y situaciones inverosímiles que rozan el «más difícil todavía». Además, en ocasiones, presentan momentos que atentan contra la credibilidad del espectador más exigente. Pero, ¿realmente alguien que paga por ver un film de estos cineastas espera algo diferente a lo expuesto en estas líneas? Lo que queda patente es que muchas de sus perlas se han convertido ya en «cult-movies» indiscutibles del género fantástico. Y esto no es tarea tan sencilla como parece.
Definitivamente, ambos artesanos han creado su propio subgénero cinematográfico. Especialmente significativo en el caso del realizador germano. Emmerich se ha convertido, por derecho propio, en el director «no oficial» del cine de destrucción y catástrofes Hollywoodiense. «Título» que consolidó en 2016 con ‘Independence Day: Contraataque’.
‘2012’ se puede valorar desde dos perspectivas bien diferenciadas. Por un lado podemos dejarnos llevar por el monumental circo de fuegos artificiales que se nos ofrece. Por otro lado, podemos valorar la película objetivamente como mero producto cinematográfico. En este segundo caso saldría muy mal parada, como era de esperar… Ustedes se preguntarán entonces si realmente hay mucho que aclarar sobre el film que acontece el presente artículo. Pues francamente no, ya que principalmente nos encontramos ante la misma película de otras ocasiones. Aquí todo se magnifica hasta la saciedad y se exagera hasta traspasar los límites de lo inimaginable.
‘2012’ e ‘ID4’ se encuentran estructuradas de un modo sospechosamente idéntico. A saber: en ambas tiene lugar una destrucción sin concesiones. Se hace alarde de un desmesurado patriotismo en el ejército estadounidense. También nos encontramos ante un cúmulo de persecuciones inverosímiles y huidas poco creíbles. Amén del presidente americano (Danny Glover) dando la voz de alarma por no decir dando el «pésame». Todo eso sin contar con el típico y heróico padre de familia (un muy venido a menos John Cusack) que se salva una y otra vez de una muerte segura. Los típicos científicos en busca de una explicación/solución efectiva. Y, finalmente, el clásico loco que siempre tiene más razón que un santo (Woody Harrelson).
Todo lo anterior por no hablar de los ya imprescindibles líderes mundiales uniendo sus fuerzas en favor de la humanidad. Incluso tenemos a la típica mascota canina que debe de sobrevivir a toda costa. Todos estos personajes, y situaciones, de un modo u otro, ya existían en la película protagonizada por Will Smith en 1996. De este modo, vemos cómo la táctica de Emmerich es tan sencilla como repetitiva y previsible. Tan sólo cambia la piezas de lugar y aumenta las escenas de cataclismo y destrucción. En consecuencia, la película queda prácticamente en manos del departamento de efectos visuales y del editor de turno.
Por todo esto nunca podremos celebrar la originalidad de los productos de Roland Emmerich. Sencillamente porque esta no existe. Pero como ya comenté, el objetivo de este tipo de productos no es ganar los Oscars de la Academia. La intención de estas películas es ofrecer un espectáculo visual que sea capaz de dejar la boca abierta al espectador.
Ni que decir que el objetivo aquí queda cumplido con creces. Si en otras películas «fantásticas» se han logrado unas cotas de espectacularidad y efectos especiales prácticamente insuperables, que no les quepa la menor duda de que Emmerich supera esa cota. Además la supera con mucha diferencia. La película es una constante montaña rusa de espectáculo incesante, sin límites ni concesiones. Las escenas de acción y hecatombe quedan plasmadas en pantalla con un realismo y veracidad que, sinceramente, no se recuerda si echamos la vista atrás.
Lo cierto es que ‘2012’ no es más que un divertido «blockbuster» de evasión. Aunque, como suele suceder en algunos films de Michael Bay, el único «pero» que se le puede reprochar a esta desmesurada película (independientemente de sus manifiestas limitaciones artísticas) es el exceso de metraje. Pero no se asusten, la cinta no aburre ni un ápice, ya que no se nos da ni un segundo de respiro. Cada escena resulta más grande y sorprendente que la anterior. El estruendo es terrible y ensordecedor. Un verdadero «show» pirotécnico que mantiene al espectador con los ojos como platos. Toda una atracción que no deja a nadie indiferente.
Posiblemente esta no fuera la mejor película del año 2009… pero sí os aseguro que ‘2012’ es la «madre» de todas las películas de género catastrófico. Resulta muy complicado no dejarse hipnotizar por su alto poderío visual y por el gran número de escenas de cataclismo. La destrucción inconmensurable devora la pantalla y al espectador como nunca antes se había logrado. Así es el cine de Roland Emmerich y bienvenido sea.
En resumidas cuentas.
Finalizo ya la crítica de 2012, esta es la fiesta de Roland Emmerich y cumple lo que promete. En pantalla tenemos terremotos devorando continentes enteros, volcanes erupcionando al unísono, meteoritos destrozando todo lo habido y por haber, y tsunamis tan increíblemente impactantes como poco probables. No busquen algo más que un eficaz producto de entretenimiento porque no lo encontrarán. Quién desee contemplar la mayor destrucción a escala mundial jamás narrada en una película, este es el producto perfecto para ello. Claro que todo depende del nivel de tolerancia de cada espectador.
Tráiler de 2012
Escucha nuestro podcast