Mickey Rourke: Rebelde, actor y boxeador
No es fácil tener un padre alcohólico del que tu madre se divorcia para casarse con un poli, vivir en un barrio de tercera (o cuarta categoría) por donde pululan yonquis, camellos y putas cada noche (y cada día), tener problemas de dislexia y no saber qué hacer con tu vida cuando con 12 años te ves en la calle sin nada que hacer y sabiendo poco más que sumar y restar. Es en esos momentos cuando te mueres de hambre y un viejo te ofrece 50 pavos por chupársela, y tú, acojonado no sabes lo que pasa pero huyes de allí como si estuvieras escapando de la parca. Justo en ese instante vuelves la vista atrás, enciendes un cigarrillo y te preguntas qué coño vas a hacer con tú vida. Entonces recuerdas a James Dean y Marlon Brando, y te preguntas por qué no puedo ser como ellos: un rebelde, un icono, una leyenda. A partir de hoy mi meta será ser uno de ellos, ser Mickey Rourke. (El siguiente artículo contiene declaraciones de Mickey Rourke recopiladas durante largo tiempo, y que el autor usa para la edicion de este especial).
Datos personales.
-Nació el 16 de Septiembre de 1956 en Schenectady (Nueva York).
-Su nombre real es Philip Andre Rourke Jr.
-Mide 1,80.
-Se ha casado dos veces, una con la actriz Debra Feuer en 1981 de la que se divorció en 1989 para casarse en 1992 con la también actriz Carre Otis, de la que se separó en 1998 tras un turbulento matrimonio.
-En sus films usa su propio vestuario, el chihuahua que aparece con él en ‘El Mexicano’ es suyo, a parte tiene 7 perros más.
-Es un fanático de las motocicletas. Llegó a tener una tienda de réplicas de motos famosas que él mismo utilizó en sus films (como ‘La ley de la calle’ o ‘Dos duros sobre ruedas’). La tienda se llamaba Black Death Motorcicles.
De la calle a la cima del mundo.
Hay mucho de su propia vida y experiencias en sus propias películas. Mickey siempre ha sido un tipo tozudo, solitario, quizás un sociópata machista. Un joven que tuvo que crear una coraza dura y resistente para no hundirse en la mierda donde nació y que finalmente acabó convirtiéndose en un icono, en un ídolo juvenil, que terminó harto de su propia cara amada y sobreexplotada por Hollywood. Tanto como para acabar partiéndosela en el ring, degradándose en tugurios, peleando contra don nadies que le tenían un odio terminal porque formaba parte de los sueños húmedos de sus esposas, pero que en el fondo querían ser como él. Lo malo era que Mickey no quería ser la estrella de cine en que se había convertido, el monigote de productores sin escrúpulos que sólo ambicionaban explotar a la gallina de los huevos de oro. Él solo buscaba vivir la vida, ir en su moto, con su pelo grasiento, sus tatoos molones, su malboro en la boca y una rubia en el asiento de atrás.
Será por ello que a pesar de contar con una filmografía con títulos de peso, donde destacaría sus magistrales interpretaciones en cintas tan diferentes entre sí como ‘Manhattan Sur’ (1985), ‘El borracho’ (1987) y ‘El corazón del ángel’ (1987) o ya en su intento de vuelta al cine a mediados de los 90 en films olvidados (y a recuperar) como ‘Bullet’ (1996) con guión propio y ‘Thrusday’ (1998). Pero toda esto que os cuento se quedaría a medias si no supiéramos que opina Rourke de su propia vida. He aquí una de las mejores y más sinceras entrevistas que se le hayan hecho nunca a una leyenda como Mickey.
Entrevista (fechada en agosto de 2005).
Mickey Rourke se encuentra rodeado de policías. Mira a su alrededor, guiña un ojo y exclama: «Estaré ahí dentro de un momento, cuando acabe de hablar con estos nuevos amigos». Y, en efecto, charla con ellos durante unos minutos, les firma un autógrafo, enciende un cigarrillo Marlboro y, poco después, aparece absolutamente tranquilo. Se le ve mucho más relajado de lo que nunca había estado cuando frecuentaba la compañía de otras grandes estrellas del cine. Aquí, en una calle residencial de un modesto suburbio de las afueras de Las Vegas, Rourke pasa el rato, descansando, entre toma y toma de la última película de Tony Scott, titulada ‘Domino’.
La gente recuerda a Mickey Rourke (Nueva York, 1956) como a un actor fascinante y tremendamente cautivador. Siempre había sobresalido por ser un auténtico inconformista que, además, y en todo momento, se había negado a formar parte del sistema de clones de Hollywood. Durante largo tiempo se dedicó a boxear, levantar pesas, buscar pelea, cortejar a cuantas mujeres se encontraba, montar en motos Harley Davidson y buscar bronca. Por todo ello tuvo que pagar un precio tremendamente elevado. Mandaba al infierno a directores y productores, y eso le llevó a no poder encontrar trabajo. Ahora, Tony Scott se ha visto obligado a luchar denodadamente para que Rourke lograra este papel. Por eso el afecto que Rourke demuestra hacia el hermano de Ridley Scott es casi infantil y muy entrañable.
En su modesta casa de Los Ángeles, de sólo dos habitaciones, lo primero que se escucha es a siete perros muy pequeños ladrando y haciendo ruido sin parar. Aparecen todos en grupo, saltando alegremente los unos sobre los otros. Mickey, que aparece en la puerta principal de la casa con unos vaqueros azules gastados y unas gafas de sol con cristales muy oscuros, dirige a los animales hasta el jardín como si fueran un rebaño. Sus pequeños perros resultan un tanto incongruentes con su figura. La contradicción es evidente: un pequeño chihuahua entre unos brazos tremendamente musculosos. Pero la razón que Rourke aduce para tener perros de estas características es bien simple: los perros pequeños viven más tiempo que los grandes. Y él se encuentra muy unido a ellos.
Cirugías.
Su aspecto general resulta menos imponente y surrealista de lo que solía parecer. Todavía va a diario al gimnasio, aunque más que nada por aburrimiento y necesidad de mantener una cierta rutina. Disfruta de una buena salud y está en forma. La cirugía que ha tenido que sufrir en la cara (tuvo que someterse hasta a cuatro intervenciones quirúrgicas en total, para la reconstrucción del cartílago nasal y para reducirle y repararle una grave fractura de pómulo) han distorsionado un tanto su antiguo aspecto. En el interior de la casa se pueden ver un montón de vitaminas, justo al lado de un paquete de cigarrillos Camel Lights. Y es que el actor está intentando dejar el Marlboro.
También hay un libro sobre un régimen alimenticio que está siguiendo. Rourke habla sobre la reconstrucción del sistema inmunológico. Se ha dejado puestas las gafas oscuras porque dice padecer conjuntivitis crónica, que originariamente contrajo a causa de la vaselina y del cuero de los guantes en los tiempos en que boxeaba y que, en la actualidad, le reaparece cuando se ve obligado a maquillarse para actuar en las películas.
Pasan unos cuantos minutos antes de que me presente a Little Mickey (el Pequeño Mickey). Little Mickey se encontraba en el corredor de la muerte de una institución para perros abandonados llamada Chihuahua Rescue. En la jaula en la que estaba encerrado había una nota en la que se podía leer: «No tocarle. Muerde». Cuando Rourke lo cogió en brazos por primera vez, el perro le mordió en un labio, arrancándole un trozo. Le salió una gran cantidad de sangre, casi medio litro. Los empleados de la institución le llevaron algo de hielo mientras pensaban que Rourke les iba a poner una demanda inmediatamente. Y, sin embargo, se limitó a decir: «Me lo llevo», mientras añade que «habían abusado tremendamente de él. Alguien debía haberle pegado hasta la saciedad y durante varios años».
Lo mismo exactamente podría decirse del propio Mickey. La turbulenta historia de su vida ha dejado huellas en su rostro, turbulencias que ya desde los viejos tiempos de ‘Diner’ y ‘La ley de la calle’ se manifestaban profundamente durante su juventud. Después maduró, transformándose en aquel seductor galán cinematográfico, y que hacía gala de ciertas desviaciones sexuales en ‘Nueve semanas y media’ y ‘El corazón del ángel’.
Pero, mientras tanto, un gran vacío le acosaba. Volvió a boxear, algo que ya había hecho antes de dedicarse a actuar. ¿Por qué escogió como vía de escape el que le rompieran la cara? Quizás se debiera a que su rostro ya se había convertido en un negocio.
Su rostro se había visto alarmantemente alterado, y él mismo se dio cuenta: «Un día me miré en un espejo y me dije ‘¡Mierda!’ Tenía demasiado blindaje. Era algo espeluznante. Y, claro, cuando me dejaba ver por algún restaurante, la gente enseguida murmuraba: ‘¡Oh, Dios mío! ¿Qué es lo que va a ocurrir aquí?’. En realidad, lo que a la gente le espantaba era mi sola esencia y presencia». La gente no sabía qué pensar: circulaban informaciones sobre su comportamiento violento, su rostro totalmente transformado, su cuerpo desarrollado en exceso, su desequilibrio…
Esto ocurría hace ya varios años. Por aquel entonces, Rourke vivía en Venice, California e intentaba conseguir trabajo. Y, entonces, su vida dio un giro. En un momento determinado, fue capaz de darse cuenta de que era lo que los demás veían en él y por qué la gente tenía miedo de contratarle. Aquel mismo día supo que tenía que someterse a una terapia adecuada. Era el camino hacia el bienestar. No tenía nada que perder. Porque, de hecho, ya lo había perdido todo.
«Te levantas un día por la mañana y te das cuenta de que todo ha desaparecido. Tu respetabilidad, tu dinero… Y también toda esa gente por la que estabas interesado. Es un agujero muy oscuro en el que estás. Y te pones a rezar a Dios. Quiero decir que, literalmente, rezas puesto de rodillas y diciendo: ‘Por favor, Dios mío, ¿no podrías enviar algo de luz a mi vida?’. Y yo siempre pensaba que aquella luz volvería a desaparecer. Porque de vez en cuando surgía una leve esperanza, pero, luego, ¡zas!, todo se volvía negro de nuevo».
La terapia.
Pensó que la terapia a la que pretendía someterse duraría unos seis meses y que después se encontraría perfectamente. Sin embargo, han pasado ocho años desde que se dedicaba a hacer todas aquellas cosas que le ponían en tan serios peligros. Ocho años desde que estuvo en París, («mirando el paisaje», dice con una sonrisa picarona). Ocho años desde que montaba en moto (no lo ha vuelto a hacer pese a tener una en su garaje). Ocho años, también, desde que estuviera en Nueva York o desde que mantuvo su última relación romántica significativa. Actualmente reside en Los Ángeles, un lugar que él desprecia y donde se ha secuestrado a sí mismo para mantenerse alejado de cualquier clase de problemas.
Es muy disciplinado y se ha comprometido a cambiar, aunque él mismo no quiera. Tiene que hacerlo, según dice, porque es católico. «Si no hubiera sido católico, probablemente el cerebro me habría estallado». Y es que estaba arruinado. Se había visto obligado a vender su colección de motos y todos sus coches. Estuvo a un paso de entrar a trabajar en la construcción, como simple albañil. Un amigo suyo, un peluquero de Beverly Hills, le solía dar 80 euros a la semana para que pudiera comer. Muchos días ni siquiera llevaba algo de dinero en el bolsillo. Esta situación se prolongó durante tres años. Vivía en una especie de apartamento-estudio en Los Ángeles que le costaba 540 euros al mes, en una situación tan desagradable que era más que suficiente como para que cualquiera contemplara seriamente la idea del suicidio, y más si se trataba de un actor que, no hacía demasiado tiempo, había llegado a ganar 2,6 millones de dólares por una sola película (‘Harley Davidson and the Marlboro Man’, en 1991).
Su manera de comportarse, sumamente plácida, sugiere un estado mental de gran sosiego. Aunque este comentario parece enfurecerle. «En realidad, odio esa palabra. Jamás estaré sosegado, ¿de acuerdo? Antes prefiero estar muerto que sosegado. Mejor me das la vuelta y me pegas un tiro en la nuca, antes de que yo me llegue a sosegar». Entonces, ¿qué? ¿Algo más calmado? «Digamos que estoy contenido. Veámoslo de la siguiente manera: me sentí un hombre muy feliz cuando, en cierta ocasión, mi hermano Joe me dijo que estaba muy contento porque yo había cambiado. El hecho de que viniera de él significaba muchísimo para mí. Y eso que, en realidad, mi hermano debería haberse sentido mucho más preocupado por lo que le estaba ocurriendo a él». Su hermano menor, Joe, murió el pasado mes de octubre a consecuencia de un cáncer. «Así que las cosas menudas ya no me preocupan ni lo más mínimo».
Admite que pudo haber sufrido un serio cortocircuito. «No a causa de las drogas y de la bebida. A todo el mundo le gusta decir eso, pero no fue así. Te lo juro por mi hermano Joe». ¿Y no serían los esteroides? «¿Qué pasa con ellos?«, me pregunta. «Yo nunca consumí esteroides hasta que dejé de pelear. Fue después de dejar el boxeo. Me hice poner algunas inyecciones de testosterona porque, después de los 34 años, el nivel de testosterona baja sensiblemente y si te controla un médico y te pone una inyección de ésas, pues no pasa nada. No, no fueron ni las drogas ni el alcohol. Fue la rabia, la furia».
Niñez.
Nacido en la zona septentrional del estado de Nueva York, tenía 6 años cuando su padre, gran aficionado al culturismo, les abandonó. Más adelante, su madre se casó con un oficial de policía, quien ya tenía otros cinco hijos de un matrimonio anterior, y Mickey, su hermano menor y su hermana tuvieron que trasladarse a Florida. Mickey creció y se educó en Liberty City, un gueto de Miami infectado de violencia callejera, drogas y pobreza. Ése era el mundo en que él se encontraba a gusto. Rourke no tiene la menor intención de hablar sobre su pasado, pero su determinación por evitarlo le resulta inútil. El hogar violento en que creció, las calles caóticas, la necesidad de protegerse e intimidar, ésa es la clase de historia que él no pudo eludir.
Sobre una repisa, se pueden ver varias fotos de Joe: Joe con Mickey en Nueva Orleáns, Joe sobre su Harley… Hay también una especie de altar en pequeño, con unos rosarios y una vela encendida que continuará ardiendo durante un buen rato. «Pienso en él todas las noches. Mi hermano sufrió mucho. No quería irse».
Pérdida.
Su hermano padecía cáncer desde los 17 años. Cuando le dijeron que a Joe le quedaban seis meses de vida, comenta que no pudo hacer nada durante todo ese tiempo. «Todas las noches me echaba sobre ese diván y pensaba: ‘Mi hermano menor se está muriendo’. Así que me lo llevé a Méjico para intentar todo eso de las células madre, pero había algo dentro de mí que me invadía… Yo siempre había cuidado de él, evitando que se metiera en líos, pero, en aquella ocasión, no podía hacer nada, no podía salvarle…».
Hacia el final de su vida, en esta casa también vivía una enfermera que trabajaba en un hospicio. Una noche, ella hizo un aparte con el actor y le dijo que tenía que hablar con él. «Fuimos a la cocina y tomamos una taza de café. Entonces me dijo: ‘Tengo algo que comentarte. Joe ya no debería estar entre nosotros. ¿Y sabes por qué aún no está preparado para morir? Pues porque está preocupado por ti. Y tú tienes que decirle que todo va bien y que puede afrontar su momento decisivo con toda tranquilidad’. Aquellas palabras me hicieron un daño terrible. Fue algo estremecedor. Volví a la habitación, puse mis brazos alrededor de él y le dije: ‘Hola hermano. Sé que está resultando muy doloroso’. Le dije lo mucho que le quería y todas esas cosas. Y, después, le dije también: ‘Si te quieres ir ahora mismo a alguna parte, adelante, hazlo, ve a donde hayas de ir, que yo me encontraré contigo allí en algún momento, algo más adelante’. ‘Y si lo quieres hacer en estos mismos momentos, pues de acuerdo, porque yo estaré bien, ¿me entiendes?’. Y, entonces, él dio unos suspiros extraños y murió en mis brazos».
El círculo social de Rourke es prácticamente inexistente. Aún mantiene una buena relación con su ex esposa, la modelo Carré Otis. Se conocieron en el transcurso del rodaje de la película erótica ‘Orquídea salvaje’. Mantuvieron un romance bastante volátil e irregular y se casaron en 1992. Desde entonces han estado saliendo y dejándolo una y otra vez. Rourke confiesa que se siente solo: «La verdad es que no hago gran cosa para solucionarlo. No existe nada que yo sienta y que pueda compartir con ninguna mujer, como para mantener con ella una relación en estos momentos. Creo que por eso tengo todos estos perros que me sirven para llenar el vacío… Realmente, no tengo muchos amigos que sepan lo que está ocurriendo en mi vida. No es algo de lo que hable… Esta es la ocasión en que más he hablado con alguien de mi vida».
Rourke habla sobre ese tipo de hombres que, cuando sus relaciones personales no les funcionan, a los dos meses ya tienen una nueva novia. El actor sacude la cabeza. «Yo no funciono de esa manera». Justo en ese momento, mientras trata de alcanzar su vaso de agua, le aparece una amplia y juguetona sonrisa en el rostro. «Lo que quiero decir es que acabé con lo de las bailarinas de strip tease rusas».
Pasada la pesadilla, ahora emplea con mucha frecuencia los términos repercusiones, responsabilidades o consecuencias. «No pienso pasarme otros 10 años fuera de la jodida profesión. Así pues, ahora es muy importante para mí ser sumamente consistente a la hora de controlarme a mí mismo».
Han transcurrido ya varias horas y Mickey se excusa diciendo que tiene una cita con el oculista y que se tiene que marchar. Después, él se volverá a casa, tomará algo para cenar y, quizás, verá alguna película. Todo ello antes de salir hacia Texas a la mañana siguiente, donde rodará algunas escenas adicionales para otra película que está a punto de estrenarse. En definitiva, esta es su vida actual. Perros, médicos y mantenerse apartado de los problemas. Y, ahora, después de todos estos años de trabajo y de cambios por los que se ha visto obligado a pasar, cuando se mira al espejo ¿qué es lo que ve? Permanece un rato en silencio, sumergido en su búsqueda de una repuesta veraz, sincera y honesta. «Lo único que veo», me contesta, «es a un extraño».
Lo que esta por venir.
‘Killshot’, filmada en 2005, dirigida por John Madden ganador del Oscar por ‘Skaspeare in Love’ y co-protagonizada por Thomas Jane (‘El castigador’) y Diane Lane (‘Infiel’). En el film Rourke encarna a un peligroso asesino caza-recompensas.La cinta esta pendiente de estreno en EE.UU. desde hace más de dos años.
‘The Informers’, actualmente en post-producción. Dirigida por Gregor Jordan (‘Ned Nelly’). En el reparto Winona Ryder (‘Eduardo Manostijeras’), Billy Bob Thorton (‘El hombre que nunca estuvo allí’), Kim Basinger (‘L.A. Confidencial’) y Brandon Routh (‘Superman Returns’) entre otros. La trama es la siguiente: Pequeñas historias de estrellas del rock venidas a menos, universitarios de familia rica, vampiros y ejecutivos forman parte de esta obra coral sobre una generación desapegada que vive en Los Angeles. En común todas tienen ser historias de gente llevada al extremo… del sexo, las drogas o la apatía.
‘Sin City 2’, proyecto estancado en pre-produccion en donde Rourke volverá a interpretar a Marv como ya hiciera en la primera entrega. La cinta vendrá dirigida de nuevo por Robert Rodríguez (‘Planet Terror’). Ya están confirmados en el reparto Michael Madsen (‘Donnie Brasco’), Clive Owen (‘Closer’), Jessica Alba (‘Inmersión letal’) y Jhonny Depp (‘Miedo y asco en las Vegas’).
‘The Wrestler’ de Darren Aronofsky (‘Réquiem por un sueño’) sigue la historia de un antiguo luchador de Pressing Catch que tras sufrir graves heridas cerebrales en un combate decide retirarse a vivir con su esposa, una antigua Stripper, pero este decide volver al ring aun poniendo en juego su vida cuando su gran enemigo, El Ayatolá, lo rete públicamente a un último combate. Rourke es el protagonista absoluto del film.
‘The Night Job’, dirige John McNaughton (‘Henry: Retrato de un asesino’) junto a Ray Liotta y Marisa Tomei. Mickey da vida a Boots un antiguo ladrón de bancos retirado.
Y esto ha sido todo por hoy desde Hollywood Boulevard. Un saludo desde Los Ángeles, con una taza de café fría y rancia en la mesa y un cigarrillo quemándome la yema de los dedos en mi mano izquierda. La vida del escritor taciturno es lo que tiene…
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