Crónicas de San Sebastián 2016, día 1
Después de tiempo sin novedades en la sección de Festivales, recuperamos este apartado para Cineycine, y lo hacemos por la puerta grande, con las crónicas del Festival más importante que se celebra cada año en España, el de San Sebastián, que este año celebra su 64 edición.
Crónicas de San Sebastián 2016, día 1.
La primera jornada del 64 Festival de San Sebastián comenzó con bastante menos expectación que en anteriores ediciones, con ‘La fille de brest’ como película inaugural. A la película francesa le siguió la primera gran sorpresa del certamen, ‘Toni Erdmann’, la película de Maren Ade que representará a Alemania en los próximos Oscars. La tarde continuó con ‘Los siete magníficos’, la visión moderna del clásico de John Sturges con la que Antoine Fuqua volvía al festival dos años después de presentar ‘The Equalizer’. La noche terminó con la poesía de Larraín, que en ‘Neruda’ confecciona el homenaje más estiloso al poeta y al autor en general.
‘La doctora de Brest’.
En su última película la cineasta Emmanuelle Bercot se ha adentrado en la historia real de Iréne Frachon, una mujer que en 2010 se enfrentó a la industria sanitaria y farmacéutica al denunciar la comercialización en Francia de un medicamento que causaba efectos secundarios en los pacientes. A partir de la historia de Frachon, la cineasta francesa da forma a una historia de denuncia que a pesar de no complicarse en la exposición de su relato, alcanza cierto grado de eficacia en la transmisión de su mensaje.
El problema de ‘La doctora de Brest’ llega cuando nos alejamos del análisis de dicho mensaje. Bercot dota de un histrionismo innecesario a su personaje protagonista, a quien interpreta con poderío Sidse Babett Knudsen, y ello da lugar a algunos de los momentos más ridículos de la cinta. La gravedad del tema no merece el torrente de escenas supuestamente cómicas en las que incurre continuamente la cineasta, más preocupada a veces por encontrar ese tono que por trabajar las relaciones personales de sus protagonistas, a las que le faltan ya no solo algo de profundidad sino cierto sentido. Esos momentos cómicos, que parecen nacer del afán de la directora por el chiste zafio y tosco, son la peor baza de una película a la que le sobra metraje pero le falta un mejor tratamiento de sus personajes secundarios, esos que pretenden añadir matices a alguien tan importante como Frachon.
La estructura de la película tampoco contribuye a su mejor valoración. Bercot dedica más de la mitad de la película a hablar de la parte menos interesante de la historia: los problemas a los que hizo frente Frachon para hacer público el caso. Durante la primera hora la cineasta se preocupa por destapar el caso, y es ahí donde la película se aproxima al cine de denuncia más interesante, pero una vez que supera esa fase se encierra en una idea que además de poco original no es ni interesante. Aún así Bercot aporta ciertos momentos de lucidez tras las cámaras, realizando imponentes movimientos de cámara y planteando en su escena final una idea de eterno retorno que encuentra su representación visual en la puerta giratoria que no deja salir a su protagonista al exterior.
No cabe duda de que ‘La doctora de Brest’ es un producto fallido, ya sea por el empeño de su directora por meter comedia donde no debe haber o por la incoherencia de todo lo que no tiene que ver con la denuncia en sí. En cualquier caso nunca estará de más que historias de pequeños venciendo a gigantes consigan visibilidad. Está claro que la cinta no está a la altura de lo que debería ser una película inaugural en un festival de esta categoría, aunque sí es mejor que la propuesta de Amenábar del año pasado.
‘Toni Erdmann’.
Maren Ade se ha consagrado este año como una de las cineastas más importantes del cine alemán contemporáneo gracias a ‘Toni Erdmann’, la película con la que el país germano pretende conquistar los Oscars este año. Con esta película la directora continua su particular recorrido por los sentimientos humanos, centrándose en la historia de Ines, una empresaria que parece llevar la vida perfecta hasta que su padre la visita en Bucarest y le pregunta si es feliz.
En esta historia de reencuentros familiares y búsquedas sin rumbo, Maren Ade nos vende con destreza a su personaje estrella, un hombre de avanzada edad que desde la primera escena incita al espectador a seguirle la pista, además de introducir perfectamente el tipo de humor que equilibrará el pesimismo imperante en la mayor parte del metraje. En ‘Toni Erdmann’ asistimos con impávido interés la evolución de una pareja tan extraña como atractiva, la de un padre misterioso y su exitosa hija, una capitalista a la que el trabajo ha despojado de sentimientos. Ambos se encuentran en un momento de flaqueza, con él solo tras perder a su perro y con ella estancada en sus aspiraciones laborales. Y aunque no de inmediato, ambos aprenden de sí mismos, del rechazo, de la crudeza, de la sinceridad y del silencio. La cineasta alemana trabaja con sutileza cualquier progresión que se da en el interior de los personajes, tomándose tiempo y recurriendo a actitudes poco realistas para hablar, paradójicamente, de algunos de los temas más reales que se pueden imaginar, como la complejidad del amor o del sentido de la vida.
Ade retrata con inteligencia el camino hacia la autoconsciencia de un personaje que se ve arrojado al peor dilema existencial al que se puede enfrentar el ser humano. Y gracias al tino de la cineasta al narrar, el espectador es testigo del proceso, que culmina con una de las escenas más poderosas que se verán este año. Una cinta tan espontánea, divertida y real que es prácticamente imposible quitársela de la cabeza.
‘Los siete magníficos’.
Tras inaugurar el Festival de San Sebastián hace dos años con ‘The Equalizer’, Antonie Fuqua vuelve este año con ‘Los siete magníficos’, un remake del clásico del mismo nombre que dirigió John Sturges en 1960. Y la primera pregunta que nos surge es… ¿Por qué? ¿Qué interés puede haber en hacer una película como esta hoy en día? Ninguno, y más teniendo en cuenta que ninguna cinta reciente (ni siquiera ‘Los odiosos ocho’, con el aval que supone tener a Quentin Tarantino detrás) ha conseguido que el western vuelva a interesar al público medio. Aunque llegados a este punto, en el que la crisis de ideas de Hollywood nos ha llevado a contentarnos con un producto ya no interesante sino entretenido, esperábamos que la cinta de Fuqua, con su bagaje en el mundo de la acción, aportaría unas dosis de violencia lo suficientemente dignas como para apaciguar la impaciencia del espectador… Pero no.
El prólogo de la nueva cinta de Fuqua ya concentra algunos de los mayores fallos del filme, como la excesiva fragmentación y dilatación de las escenas, las actuaciones irrisorias (con Matt Bomer a la cabeza) y el precario tratamiento de personajes. Para esta aventura de cowboys, Fuqua ha conseguido reunir a un plantel de actores remarcable, pero ni Nic Pizzolatto ni Richard Wenk han conseguido proporcionarles personajes a la altura desde el guión. Todos desempeñan roles muy variados pero en ningún caso se alcanza el grado de interés suficiente para que nos afecten sus acciones. Además, esa falta de empatía hacia el grupo protagonista ya no sólo afecta al humor (machismo aparte) que se gasta la película, sino que reduce el interés de la película a las escenas de acción, donde la destreza de Fuqua tras las cámaras se evidencia. Lástima que la labor de montaje, demasiado interesada en la inclusión de planos de cada resquicio y ser viviente de la escena, convierta en un suplicio el seguimiento de la historia.
Sin embargo, la ambientación y fotografía de la película se convierten, junto a los créditos finales donde suena la música original compuesta Elmer Bernstein, en lo mejor de la película, y es que tanto el vestuario como los decoradores encajan a la perfección en ese colorido Viejo Oeste que ha concebido Mauro Fiore tras su cámara. Otra cosa no, pero al menos la aventura de Fuqua por los desiertos es visualmente interesante.
‘Neruda’.
Pablo Larraín vuelve al Festival de San Sebastián tras triunfar el pasado año con ‘El club’, y lo hace con un ejercicio de estilo tan impresionante como ‘Neruda’, una película que parte de un elemento ficticio para contar no sólo una parte esencial en la vida del poeta, sino también para proponer una reflexión sobre la creación en sí. Parece que esa idea ha llevado a Larraín a ser más imaginativo que nunca, ya que ha plasmando en ella algunos de los esfuerzos estéticos más llamativos que probablemente veremos en todo el festival, con los filtros, la iluminación y la estética policiaca propia del cine clásico formando parte esencial de la película.
En esta película Larraín se centra en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la Guerra Fría llega a Chile y el senador Pablo Neruda acusa al gobierno de traicionar al Partido Comunista, siendo desaforado por el presidente González Videla. A partir de ahí comienza una persecución que lleva a Óscar Peluchonneau, el prefecto de la policía de investigaciones, a buscar a Neruda por todo el país. Partiendo de ese conflicto da comienzo el biopic menos riguroso sobre el poeta chileno que podremos ver jamás. Las incoherencias espacio-temporales, los elementos de realismo mágico, la deformación de los personajes, la metanarración… Todo en ‘Neruda’ apunta al experimento más que a la necesidad de contar una vida en sentido estricto. De hecho, es probable que cualquier admirador del poeta se sienta apenado por el retrato que realiza Larraín del mismo, ya que se centra en algunos de los aspectos más sórdidos de su personalidad. El cineasta utiliza a Neruda y su huida de Chile durante los años de caza comunista para hablar de la creación, de la imaginación del autor y de su poder para establecer e inventar. Y lo hace de una manera única.
Habiendo disfrutado ya de una de las que, a buen seguro, será una de las películas del festival (la alemana ‘Toni Erdmann’) terminamos la primera jornada esperando que Alberto Rodríguez y ‘El hombre de las mil caras’ nos devuelvan las ganas de seguir confiando en la calidad de la Sección Oficial. Hasta entonces, permaneced atentos y mirad hacia San Sebastián.
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